El equipo humano de la bodega Mitarte lo componen cinco personas de apellido Gil menos el encargado de campo –Marcos Rama– y entre los cinco realizan todos los trabajos en el viñedo y la bodega –solo contratan ayuda en vendimia– por eso sus vinos son tan especiales, con la marcada personalidad de las tierras de Labastida y de la familia que los elabora. De tradición viticultora centenaria, fue en 1992 cuando lanzaron su primera etiqueta, dando origen a la actual bodega.
En lo alto
Labastida, precioso pueblo medieval enclavado al pie de la Sierra de Cantabria, es una de las localidades de la Rioja Alavesa que se encuentra a mayor altitud, así como los viñedos que la circundan. Las 59 hectáreas que posee Mitarte son un claro ejemplo de la variedad de terrenos y climas que aquí convergen pues sus viñedos se encuentran en altitudes que van desde los 425 m a los 695 m, con una edad media que supera los 45 años, aunque hay uno que alcanza los 120 y entre todos cuentan con cuatro variedades de uva tinta –garnacha tinta, graciano, mazuelo y tempranillo– y tres de blanca –malvasía riojana, tempranillo blanco y viura– además de algunas minoritarias en los viñedos más viejos como moscatel, calagraño o radón. Esta diversidad les permite elaborar vinos jóvenes, crianzas, reservas, de parcela, de autor y monovarietales, por eso ahora trabajan en uno nuevo, un blanco de malvasía riojana y tempranillo blanco mientras que Santiago, el más pequeño de la familia –24 años– está en este momento elaborando un vino muy personal, el primero de su carrera.
Un reserva distinto
Cubanegra procede de la parcela homónima, un único viñedo de 62 años 100% tempranillo en suelo arcillo calcáreo y de orientación norte sur, condiciones ambas propicias para dar un fruto excepcional; en palabras de sus elaboradores, es un viñedo que merece un vino propio para expresar todo su potencial. De la vendimia manual –como todas las que realizan– se encargó la misma familia con la que trabajan hace más de 20 años, que conoce en profundidad no sólo los viñedos, sino el enfoque de esta bodega, pues la selección se realiza únicamente en el campo, no se recoge ninguna uva que no tenga calidad suficiente. Una de las particularidades de este vino es que sólo pasa por madera, pues la fermentación se realizó de forma espontánea –sin levaduras– en tinos de madera, mientras que la crianza tuvo lugar en barricas nuevas de roble francés y americano durante 18 meses; para el toque y redondeo final permanece dos años en el botellero. El resultado es un reserva distinto, potente pero elegante, donde el protagonismo lo tiene la fruta y que, guardado en óptimas condiciones, podrá consumirse hasta 2037.