Luis Nozaleda y Jesús Sesé fundaron
en 1991 una bodega que se iba a convertir
en sinónimo de grandes vinos y
arte. Encararon las particularidades
de los terrenos –que van de los 400 a
los 700 m de altitud– con viticultura
de precisión, mediciones constantes
y tratamientos naturales. El enólogo,
Jesús Artajona, define en cada añada
cómo vinificar cada parcela, innovando
y buscando la mejor forma de
expresar el terruño. Y todos están,
además, consagrados al arte, no en
vano poseen una amplia pinacoteca
de arte contemporáneo abierta al público
y cada una de sus etiquetas es
diseñada por un reconocido artista,
la primera, en 1993 corrió a cargo de
Carlos Saura. Para este Paraje Singular,
el artista catalán Oliver Roura, que
se caracteriza por el magnífico uso
de la geometría y de los colores vivos,
ha creado una obra que funde tierra
y vino.
¿Por qué es singular?
“La serie Paraje Singular recoge un
conjunto de vinos singulares e irrepetibles
que son fruto de nuestra
filosofía de no permanecer aferrados a
las estrategias y líneas de vinificación
que tan buen resultado nos han proporcionado
durante estos años. La
mejora continua que perseguimos supone no sentar cátedra ni dormirse en
los laureles, nada es inamovible. Es por
lo que desarrollamos una amplia serie
de ensayos encaminados a seleccionar
viñedos en cotas más altas, con mayor
densidad de plantación, en suelos con
distinta capacidad de retención del agua,
con producciones ajustadas…. Siempre
con el objetivo de perfeccionar nuestras
técnicas de cultivo y el perfil sensorial
de nuestros vinos”. Para éste en concreto
eligieron los viñedos de la finca
Bachimaña en Santa María de Dulcis ,
83 hectáreas plantadas en el año 2003
a 700 metros de altitud, repartidas en
terrazas escalonadas enclavadas en
un paisaje pre-pirenaico. El lento crecimiento
del viñedo y su baja producción ofrece uvas de elevadas cualidades
organolépticas y de gran concentración.
La añada de 2020 se
caracterizó por la gran cantidad
de lluvia que cayó hasta el mes
de mayo, con dos tormentas que
afectaron especialmente a los
viñedos de mayor altitud, donde
las cepas quedaron con menor
carga de lo habitual pero con una
concentración significativa del
fruto.
Un vino personalizado
La cosecha de estos viñedos tan
peculiares hay que tratarla con
especial esmero para obtener lo
mejor de cada varietal. La merlot
se vendimió a finales de agosto
mientras que para la syrah hubo
que esperar dos semanas más, la
fermentación también tomó sus
tiempos; 15 días la primera y 20 la
segunda. También fueron descubadas
por separado; la merlot en
roble francés y la syrah en americano
para realizar una crianza
que duró 15 meses. Finalmente, el
coupage se realizó antes del embotellado
donde se afinó durante 10
meses más. El resultado es un vino
jugoso y estructurado que, guardado
en óptimas condiciones, se
podrá disfrutar hasta 2038.