Entre la isla de La Toja y el Grove,
cercano también a la isla de Arosa, se
encuentra la subzona del Salnés que
pertenece al municipio de Cambados,
donde los viñedos crecen casi, casi
en el mar, proporcionando a la albariño unas características diferenciadas
dentro de la DO. Aquí es donde se
encuentra la bodega familiar de la
que se hicieron cargo Dolores Fontán
y Luis Costa como 2ª generación
y cuyos hijos, Sonia y Manuel, han
transformado de arriba abajo, pasando de comercializar únicamente vino
cosechero a exportar más del 70% de
su limitada producción.
Artesanía punta
Dada la arraigada cultura de minifundio que prevalece en la zona, la bodega cuenta con 7 ha donde se cultiva
únicamente albariño y de las que
prodece el 90% de su producción, el
resto proviene de un viñedo aledaño en
alquiler. Sonia y Manuel, ayudados por
una tercera persona, son todo el personal con que cuenta la bodega; vigilan
el viñedo, toman muestras, realizan
catas de uva que, según ellos mismos
afirman, es la mejor manera de poder
decidir la hora de vendimia. El trabajo
conjunto se bifurca en la bodega, pues Sonia es la responsable de la elaboración mientras que Manuel se vuelca en
el aspecto comercial. La bodega, que
tiene más de 100 años, ha sido objeto de
sucesivas reformas pero ha mantenido
su estructura de piedra y madera inicial e
incorporado la tecnología más moderna
para la elaboración de sus vinos, así como un recoleto hotel.
Tres parcelas
Esta forma artesanal de trabajar tanto
el viñedo como la elaboración propicia
que sus vinos mejoren en botella con los
años pues el tiempo aporta una evolución
característica de la albariño procedente
de esta zona en concreto. Para este vino
eligieron tres parcelas con orientaciones
y suelos diferentes y viñas de distintas
edades buscando extraer lo mejor de
cada una de ellas. Garola, con las vides
más jóvenes de 20 años de antigüedad: Becerreira, con viñedos de 40 años y
Monterrán, la más longeva, con emparrados de 80 años. Todas se encuentran
cercanas a Cambados a un máximo de 10
metros de altitud y a menos de 200 metros del mar. Contaron con una vendimia muy
buena, en cuanto a calidad y cantidad,
que completó su maduración a mediados
de septiembre con una acidez equilibrada
y aromas destacables. Para la crianza se
eligió un huevo de cemento donde permaneció 2 meses sobre lías, para finalizar
en acero inoxidable. El resultado es un
albariño con tonalidades verdosas y notas
cítricas y de frutas blancas, que guardado
en óptimas condiciones evolucionará
hasta 2030.