Brihuega gastronómico
Un cierto olor a lavanda
Autor: Alfredo García Reyes
Fecha Publicación Revista: 01 de junio de 2019
Fecha Publicación Web: 09 de julio de 2019

Sorpresas de la España interior: en una pequeña localidad de La Alcarria, Brihuega, se cultiva, nada menos, que un diez por ciento de la producción mundial de lavanda. Algunos dicen que más que en toda la Provenza.
Esa lavanda es utilizada, casi en exclusiva, por la división perfumista de Loewe. Pero, más allá de la cuestión industrial, lo cierto es que el aroma de esta planta y las bonitas composiciones lineales que regala durante su floración han convertido a la localidad en una excusa perfecta para, obviando el calor estival, adentrarse en una Castilla muy poco conocida.
El festival de las flores
Desde hace años, las instituciones locales, públicas y privadas, empezaron a ser conscientes de la atracción que despierta la floración de la lavanda. Por eso, con la llegada del calor de julio (días 19 y 20) organizan un exitoso Festival de la Lavanda, que suele programar desde exposiciones de arte, a conciertos de música clásica y actual o cenas en los propios campos de lavanda, como la que sirvió en 2018 y servirá este año, el mismísimo Dani García.
Quienes no quieran coger el coche (los campos están a una cierta distancia del pueblo) siempre pueden subirse al bus que ofrece la Oficina de Turismo local y, una vez a bordo, conocer las razones y características locales de la producción de esa planta aromática, gracias a las completas explicaciones de los guías. A los participantes, además, se les obsequia con un recuerdo relacionado con la lavanda.
Las rutas se organizan a la caída de la tarde, para así llevarse en el teléfono móvil (y luego compartir en redes sociales) algunas de las estampas más impresionantes del principio del verano.
Fragancia y sabor
La variedad que se cultiva en Brihuega es un híbrido entre la lavanda provenzal, traída hasta aquí en los años 70 del siglo XX por unos emigrantes, y el espliego, que ya crecía en estas tierras de forma silvestre desde tiempos inmemoriales. Así, las flores de esta variedad se caracterizan por un aroma especialmente intenso y particular.
Lo saben bien las abejas que se alimentan con su néctar y que luego producen la deliciosa miel que se vende en la Casa de la Miel (Plaza San Miguel, 7), un local tradicional cuyo propietario cuenta muy gustosamente a sus clientes las particularidades del producto y, de paso, otras muchas anécdotas relacionadas con su pueblo. También deliciosa es la miel que se vende en Alquitara.
Las cosas de mi hermana (Paseo de la Fábrica, 2), original tienda donde se pueden adquirir otros muchos productos con la lavanda como protagonista: en forma de licor, caramelos, saquitos de olor para cajones y armarios, jabones, cosméticos…. Este lugar, además, es ideal para conocer algunos de los mejores productos gastronómicos de La Alcarria, como los vinos, las trufas, los AOVES e, incluso, chocolates y cervezas artesanas.
Ya que estamos en materia culinaria, es evidente que ésta es tierra de quesos de oveja. Los de La flor de Brihuega (Camilo José Cela, 2) tienen el sabor intenso y cremoso de esta tierra, sin duda. Hay siete variedades, desde el tierno al curado en aceite de oliva virgen. Y también hay uno aromatizado con pimentón, realmente sorprendente.
El aroma de la lavanda lo embriaga todo en Brihuega. También en su alojamiento más destacado: el Hotel Niwa. Una íntima propuesta con solo diez habitaciones, llena de detalles de buen gusto y confortabilidad para sus huéspedes, como su jardín con tumbonas. Pero, sobre todo, su pequeño, aunque completo, spa. Tras el circuito termal se puede disfrutar de relajantes tratamientos. Muy recomendable, el masaje de pindas de lavanda, para el que se utilizan aceites esenciales extraídos de las flores de esa planta.
Una mesa muy castellana
No hay que esperar muchas sorpresas en las mesas de los restaurantes de Brihuega. Aquí prima el producto más que la creatividad o la experimentación, aunque se agradece tanta autenticidad sin pretensiones. Así puede definirse la carta del restaurante Asador El Tolmo, donde la estrella es el cabrito asado al horno de leña aunque también tiene otros platos destacados, como las mollejas y la paletilla de lechal, el pisto casero con huevo o morcilla o el bacalao a la alcarreña. Por cierto, que sirven aquí un helado de lavanda con miel de La Alcarria tan impactante en aspecto como irresistible en textura y sabor.
Algo más elaboradas son las propuestas de Princesa Elima, el restaurante del hotel del mismo nombre, que en verano tiene una agradable terraza para las cenas. Aunque en esa época lo que triunfa es el comedor al aire libre de La Peña Bermeja: por sus vistas, por lo agradable del entorno y por la sencilla autenticidad, que no simpleza, de su cocina.
La copa de después merece la pena tomarla en La Celestina, un recoleto café boutique en pleno centro urbano. La madre de Guille, su simpático propietario, prepara a diario unas tartas caseras que son realmente inolvidables. Por cierto, que aquí la lavanda también tiene su protagonismo en forma de los saquitos y los cosméticos aromatizados con su esencia que venden.
Qué más hacer en Brihuega
Esta localidad ofrece mucho más, sobre todo en el capítulo monumental. Por ejemplo, las Cuevas Árabes, excavadas en la época medieval, probablemente como refugio, y utilizadas después de la Conquista como bodega de vino. Lo más curioso es que para acceder a ellas hay que pedírselo al carnicero y, de hecho, la salida está en su propio local.
Más curiosidades de Brihuega: su cementerio se encuentra en el interior del castillo califal de la Peña Bermeja. Escenográfico como pocos, contiene varias tumbas históricas. Por lo demás, la fortificación conserva en buen estado muchos de sus lienzos pétreos, aparte del palacio que se hicieron construir aquí los arzobispos de Toledo, además de la parroquia de Santa María. También muy destacable es la iglesia de San Felipe, con su pórtico románico.
Pero si hay un edificio que llame la atención en Brihuega, ese es la antigua Fábrica de Paños. Aunque las obras de rehabilitación impiden visitar esta joya industrial del siglo XVIII, sí pueden recorrerse sus Jardines Románticos, de un paisajismo mimado y placentero y desde donde se disfruta de la mejor vista en altura de la capital de la lavanda.