Vinos de Sudáfrica
Al sur del sur
Autor: Helio San Miguel
Fecha Publicación Revista: 01 de julio de 2015
Fecha Publicación Web: 19 de febrero de 2016
La industria vinícola sudafricana surge y se desarrolla con el establecimiento de los colonos holandeses. En los largos viajes entre Europa y la India, el escorbuto era una plaga frecuente que podía diezmar hasta el 40% de la tripulación de los barcos.
Jan van Riebeeck, un joven médico que trabajaba para la Compañía Holandesa de la Indias Orientales, recaló en lo que hoy es Sudáfrica y observó que podría ser un lugar idóneo para que los barcos hicieran escala, se avituallaran de agua y productos frescos, dejaran a los enfermos, etc.
Cuando la compañía estableció una base allí, envió al propio van Riebeeck junto a 82 hombres y 8 mujeres –una de las cuales era su esposa–, desembarcando en Sudáfrica el 6 de abril de 1652. Fundó Ciudad de El Cabo, se convirtió en el primer gobernador, construyó la prisión en la isla de Robben –siglos después sería encarcelado en ella Nelson Mandela-, y aún hoy está considerado como el padre de la patria para la población blanca afrikáner. Van Riebeeck cultivó frutas y verduras (lo que fue uno de sus huertos es hoy un parque en la propia Ciudad del Cabo), y favoreció la expansión de cultivos hacia el norte y el este.
Dado que el clima local era similar al mediterráneo -y había observado que el vino ayudaba a prevenir el escorbuto mejor que el agua-, plantó vides llegadas de Francia y España, entre ellas chenin blanc y moscatel, con peso importante en la historia vitivinícola del país. En una famosa entrada de su diario -2 de febrero de 1659-, escribió “Hoy, alabado sea Dios, se ha elaborado vino por primera vez con uvas del Cabo”.
Tierras de promisión
Simon van der Stel, el nuevo gobernador, adquiere en 1679, a las afueras de Ciudad del Cabo, Constantia, una propiedad de 750 ha; plantó más de cien mil vides, introdujo variedades alemanas, y con él, el “Vin de Constance” empezó a adquirir un creciente prestigio. También fundó la ciudad de Stellenbosch y promovió la viticultura en esta región, que se convertiría en la líder del país.
El vino sudafricano resultó además beneficiado por una de las mayores tragedias políticas europeas, la revocación en 1685 por parte de Luis XIV del Edicto de Nantes que permitía la libertad de culto para los protestantes en Francia.
Ante la disyuntiva de convertirse al catolicismo o abandonar el país, muchos hugonotes, temiendo otra matanza como la de San Bartolomé, decidieron exiliarse, la mayoría a países vecinos como Gran Bretaña, Holanda, Alemania y Suiza, pero unos doscientos acabaron en Sudáfrica en 1688, donde aportaron sus conocimientos de viticultura. Todavía hoy muchas propiedades tienen nombre francés y una región, Franschhoek (el rincón francés), recuerda su presencia.
A mediados del siglo XVIII, Sudáfrica aumentó sus exportaciones a Europa y el Constantia alcanzó su punto álgido a partir de 1778 de la mano de Hendrik Cloete, bodeguero que convirtió este vino dulce en uno de los más admirados del mundo, el preferido por Federico de Prusia y el que acompañó a Napoleón a su exilio en Santa Helena.
El “Vin de Constance” era un vino dulce no generoso que -no hay consenso al respecto-, se cree que estaba elaborado por la moscatel de grano menudo y su variante roja junto con otras como pontac y chenin blanc. Éste es también el período de construcción de las mansiones y bodegas de estilo colonial holandés, que son hoy un atractivo turístico y que han sido imitadas incluso por bodegas de California.
A principios del siglo XIX, con la colonia en manos británicas, la reputación de Constantia continuó creciendo, beneficiándose de una favorable tasación que les permitía ser competitivos en Europa, hasta el punto de que en 1822, el 10% del vino consumido en Gran Bretaña era sudafricano. Esos mismos impuestos serían la razón de su decadencia pues a partir de 1861 se eliminaron parte de las tarifas que gravaban a los vinos franceses en un momento en que los grandes châteaux de Burdeos estaban en su apogeo. Pocos años después, las exportaciones sudafricanas habían caído a menos de seis mil hectolitros. Por si ello fuera poco, Sudáfrica se vio golpeada por la filoxera, de la que no se empezó a recuperar hasta pasados veinte años.
Antaño, más cantidad que calidad
Para hacer frente a la crisis los viticultores se decantaron por variedades de alto rendimiento -cinsault y chenin blanc-, de las que en 1900 habían replantado más de ochenta millones provocando tantos excedentes que, según la leyenda, el vino se arrojaba a los ríos. El remedio fue peor que la enfermedad y la industria vinícola sudafricana, a comienzos del siglo XX, se encontró en una situación realmente crítica.
Para salir de ella, se volcó en el establecimiento de cooperativas, movimiento que desembocó en 1918 en la fundación de la KWV (Ko-operatieve Wijnbouwers Vereniging), la Asociación Cooperativa de Agricultores -sus siglas en lengua afrikáner-, que si bien salvó a la industria del desastre le impuso unos fuertes condicionamientos llegando a controlar más del 70% del vino; su gran impacto aumentó al concedérsele el poder para decidir sobre la delimitación de las zonas vinícolas, fijar los precios mínimos, las cantidades de producción y establecer cuotas para destilación para la poderosa industria local de brandy.
Este último punto ha perjudicado seriamente el desarrollo de su industria vinícola pues una superficie sustancial de sus viñedos fueron dedicados a abastecer las necesidades de la destilación, donde prima la cantidad sobre la calidad. Abraham Izak Perold, profesor de viticultura de la Universidad de Stellenbosch, crea en 1925 la variedad pinotage -cruce entre la pinot noir y la cinsault- intentado aunar la calidad de la primera con la fuerza de la segunda.
En 1941 se elabora por primera vez vino con pinotage que no recibió mucha atención hasta que un tinto elaborado con ella en 1959 se alzó con el triunfo en la competición anual del Cabo, y otro más, de la bodega Kanonkop, repitió la proeza dos años después. Las plantaciones de esta variedad se multiplicaron y la Stellenbosch Farmers’ Winery (SFW) comercializó el primero de ellos etiquetado como Pinotage en 1961 con el nombre Lanzerac. En esos mismos años la SFW sacaría también al mercado un vino blanco ligeramente abocado llamado Lieberstein, que llegaría a convertirse en 1965 en la marca más vendida en todo el mundo.
El peso de la ley
En el año1973, se aprobó la legislación que regulaba la industria del vino y en los 80 ya se veía un atisbo de cambio en bodegas comprometidas con la calidad. No obstante, la industria del vino, al igual los demás sectores económicos, sufriría las consecuencias derivadas de la situación política del país. Tras la liberación de Mandela (1990) -y la normalización política e institucional- se produce el ansiado despegue económico.
A partir de esta fecha se plantaron viñedos dedicados a la destilación de la importante industria del brandy, lo que obligó a los propietarios de viñas utilizadas antes para este fin a abandonarlas o a replantarlas con variedades de calidad superior.
Sudáfrica abrió sus puertas a enólogos extranjeros y diseñó un ambicioso plan llamado “Vine Improvement Programme” (programa de mejora de vides). El vino sudafricano continúa rigiéndose por la legislación de 1973, que pese a ser muy criticada por su vaguedad, representó un paso de gigante que aclaró un panorama muy confuso en el que los abusos en el uso de añadas y nombres de regiones y variedades, eran muy frecuentes.
Desde entonces, el grado alcohólico de los vinos se permite con una variación de medio punto porcentual, y la mención de la variedad o la añada en la etiqueta requiere de una composición de al menos un 85% de las mismas.
En el caso de que ninguna variedad alcanzara ese porcentaje, habría que mencionarlas todas. La ley se aplica mediante certificaciones expedidas por Wine & Spirits Board, y aunque el sometimiento a este programa de certificación es voluntario más de la mitad de las bodegas lo han aceptado.
Los productores han abandonado las denominaciones champagne y méthode champenoise sustituyéndolas por méthode cap classique. Términos como “sherry” o “port” han desaparecido en los vinos de exportación, aunque aún se usan en el mercado interior. No hay regulaciones sobre rendimientos máximos, ni sobre irrigación o usos de fertilizantes, pero ya en 2006 un 40% de las bodegas sudafricanas se comprometieron, pública y voluntariamente, a llevar a cabo prácticas agrícolas ecológicas y sostenibles. La tendencia actual en la viticultura de este país se inclina por la búsqueda de microclimas más frescos, la adopción de la fermentación y el envejecimiento en roble, y una mejor selección clonal.
Hogaño, más calidad que cantidad
Los productores que apostaban por la calidad están ganado la batalla. Si bien el consumo de vino ha decaído en las últimas décadas, ha aumentado el de vino de calidad, preferido por las clases medias y las más acomodadas.
Como hecho esperanzador hay que destacar que aunque la mayoría negra del país no es consumidora de vino, sino de cerveza (es uno de los cinco mercados más altos del planeta), se está produciendo una incipiente modificación de estos hábitos, con un mercado interior que permitirá una lenta, pero segura expansión.
El apoyo de los programas gubernamentales “Black Empowerment”, ha supuesto la aparición de varias bodegas regentadas por población de raza negra, un avance muy positivo sobre todo en el terreno social, ya que el vino siempre fue identificado como bebida de blancos y colonos, que todavía hoy son los dueños de la tierra, lo que ralentiza la transición; sin embargo, la incorporación de la población negra a la industria vinícola como bodegueros y no solo como trabajadores (su papel tradicional durante siglos), es una de las asignaturas pendientes de la que depende en gran medida el crecimiento armónico de la misma –el número de propietarios de raza negra no alcanza ni al 2%, y el de enólogos no supera las dos docenas–.
El incremento sustancial de las exportaciones está contribuyendo a la revitalización del sector obligándole a mejorar la calidad haciendo honor a una industria que ya ha superado los tres siglos y medio de historia.