Viaje Marruecos
Sal, yodo y especias
Autor: Enrique Domínguez Uceta
Autor Imágenes: Enrique Domínguez Uceta
Fecha Publicación Revista: 01 de septiembre de 2015
Fecha Publicación Web: 11 de marzo de 2016
No es necesario organizar un gran viaje, porque en cualquier momento es posible poner rumbo al sur con vehículo propio, cruzar el estrecho y tomar el camino de la costa enlazando la belleza de Tánger con las orillas atlánticas de Asilah y Larache, las del antiguo Protectorado Español que ha revivido en “El tiempo entre costuras”, la novela de María Dueñas, y llegar por Kenitra a la espectacular capital del país, Rabat, que en nada desmerece al resto de ciudades imperiales de Marruecos.
Prolongando el viaje se atraviesa el litoral marroquí más intensamente habitado, el que conduce hasta los lujos urbanos de la rica Casablanca. Al sur, el camino costero recorre zonas con escaso turismo, largas playas solitarias, poblaciones auténticas en El Jadida o Safi, y llega hasta la romántica y fortificada Essaouira, antes de alcanzar el oasis turístico de Agadir, lugar ideal para descansar y asomarse al Gran Sur.
Las ciudades históricas de Marruecos cuentan con una amplia oferta de “riads”, pequeños palacios privados en el interior de las medinas, ideales para sumergirse en la vida cotidiana y tranquila de las poblaciones costeras. El ritmo de vida relajado y placentero invita a visitar los pequeños cafés y los restaurantes acogedores, disfrutando del paseo en los zocos y los baños en la playa, mezclando los aromas de la sal, el yodo y las especias.
Tánger es la primera gran urbe marroquí en el Atlántico, y recibe los ferries de Tarifa y Algeciras. Convertida en cabeza de un puente marítimo entre África y Europa, el casco urbano crece deprisa pero conserva la vieja medina encaramada en un promontorio desde donde se divisa la costa española.
Vale la pena recorrer sus calles estrechas y alojarse en alguno de sus riads, aunque la opción de lujo es el tradicional hotel El-Minzah, céntrico, ideal para recorrer el casco viejo y asomarse a los altos miradores sobre el estrecho.
Entre las visitas no debe faltar la del histórico hotel Continental, que mantiene el melancólico encanto del tiempo de Paul Bowles, con amplios balcones asomados sobre el puerto. También hay que degustar los dulces en sus pastelerías y probar la cocina de calidad de restaurantes como O Saveur o La Fabrique.
La gran despensa oceánica
La costa Atlántica se presenta con acantilados arenosos que, cuando baja la marea, dejan terrazas marinas al descubierto, donde los chorlitos, los ostreros y otras aves de litoral buscan quisquillas, lapas y pulpos en los charcos. A menudo las gaviotas y el cormorán marroquí serán nuestros únicos compañeros en las playas, que ofrecen atardeceres espectaculares.
Las ciudades se levantan junto a sus puertos, repletos de barcos de pesca. Las sardinas son extraordinarias, pero no faltan los jureles, anchoas y caballas, hay buena merluza, pargo, dorada, lenguados, salmonetes, mújoles y róbalos del litoral. El pez espada y los atunes rojos, el bonito y la raya, se unen a chopitos y calamares antes de dispersarse en busca de los fogones donde apenas durarán unas horas antes de ser consumidos frescos, en preparaciones sencillas que permiten expresarse a las cualidades naturales del producto.
Asilah posee una preciosa medina rodeada por murallas contra las que rompen las olas, y una ampliación moderna colonial frente al puerto, junto a una larga playa de arena. Cuenta con dignos restaurantes de pescado, pero ninguno supera a Port XIV, con sus ostras Oualidia, su pez San Pedro y un rape excelente. En Larache, la ciudad vieja y el puerto se unen a la presencia de la arquitectura colonial del protectorado español (1911-1956) que dejó una huella intensa y varios restaurantes con nombres y cocinas peninsulares.
Desde Kenitra hasta Essaouira hay 500 kilómetros de litoral al que se asoman las dos ciudades más importantes del país, Rabat y Casablanca, entre costas que se extienden en grandes arenales desiertos, y se salpican con las antiguas fortalezas portuguesas que protegen los puertos.
Además de pescados, hay que probar los maravillosos tajines que son la expresión genuina de la cocina marroquí. El plato toma su nombre del recipiente de barro en el que se cocina, que concentra los sabores naturales. Los tajines pueden ser de pescado o de carne, y el más apreciado es el de cordero con ciruelas, sésamo y almendras tostadas que los marroquíes preparan los días de fiesta.
Entre zocos y medinas
Rabat, la capital, conserva un extenso patrimonio lleno de carácter en el ensanche francés y en la hermosa parte antigua con su zoco encerrado por la muralla de los Andalusíes. En su interior destaca la rue des Consuls, con su bóveda de metal y cristal protegiendo la calle de las elegantes tiendas que llevan hasta el lugar donde se encontraba el mercado de esclavos que los cónsules europeos rescataban pagando a los piratas. En su extremo se llega a la espectacular kasba Udaya, que domina la desembocadura del río.
No se puede dejar de visitar la plataforma de la antigua torre Hassan frente al imponente mausoleo de Mohamed V, abuelo del monarca actual y padre de la independencia colonial, y al recinto de la Chellah con sus ruinas romanas.
Al otro lado del río se extiende la población de Salé, que fue rival de Rabat, nido de piratas, con una medina llana bien conservada y llena de vida. Rabat cuenta con alguna de las mejores mesas del país.
Dinarjat ofrece cocina tradicional de alto nivel en un local de estilo andalusí, de la misma manera que Le Ziryab y Al Warda. Los pescados son excelentes en Les Trois Palmiers, en Le Goeland, y en Au Golden Fish.
El lugar más cool de Rabat es la Marina de Bouregreg en la desembocadura del río, diseñada por Norman Foster, que se ha llenado de bares modernos, tiendas, galerías de arte y restaurantes.
Casablanca es la capital financiera e industrial, con una activa vida moderna y una importante huella de arquitectura colonial. Además de visitar la monumental mezquita de Hassan II y la antigua medina, hay que asomarse al Marché Central, rebosante de frutas y verduras, y disfrutar de otra de las etapas gourmet del viaje, con restaurantes bien consolidados. Los mejores pescados se encuentran en El Cenador, Ostréa y La Taverne du Dauphin, y, para cocina local, Basmane y Le Firdaous.
Al sur se extiende un litoral de playas largas frente al mar abierto, donde se encuentra la antigua ciudad fortificada de El Jadida, con una extraordinaria cisterna portuguesa en la que rodó Orson Welles escenas de su Otelo. También hay que conocer L’Iglesia, el restaurante que ocupa un templo español y prepara con mimo pescados y especialidades marroquíes. Oualidia es un destino delicioso para permanecer al margen del mundanal ruido junto a su tranquila laguna, disfrutando sus pescados y las mejores ostras del país.
En Safi se pueden hacer compras de alfarería en el Souk des poteries, antes de entrar en Essaouira, que hunde sus murallas en el mar junto al puerto. Es un lugar ideal para internarse en sus zocos y sentarse en los chiringuitos que preparan el pescado fresco en parrillas al aire libre. Tampoco faltan restaurantes de calidad como Le Chalet de la Plage, L’ Atlantique o La Table Madada en pescados, y la gran cocina marroquí en Heure Bleue Palais, que pertenece a Relais&Chateaux.
En los zocos y medinas de Marruecos la mayoría de los productos llegan frescos a los puestos de venta, los pescados se muestran en cajas, recién desembarcados, y las piezas de carne se exponen al aire para ser vendidas y consumidas rápidamente. Suculentas hortalizas, pimientos, berenjenas, tomates, calabacines, brillan en los mostradores, junto a las excelentes naranjas, clementinas y melones. Las plantas aromáticas, menta, cilantro, laurel, hinojo, tomillo, y las mezclas molidas que llaman “ras al hanout”, llenan los mercados de aromas y colores intensos que saturan los sentidos.
Los surfistas encontrarán un paraíso en las olas de la bahía de Taghazout, poco antes de Agadir, la ciudad asentada en el lugar donde los montes del Atlas se hunden en el mar, frente a un rico caladero que convierte su puerto de pesca en el principal del país. Un terremoto arrasó el lugar en 1960, y el nuevo Agadir renacido se extiende al borde de un gigantesco arenal colonizado por un oasis de establecimientos turísticos.
Iberostar Founty Beach es un excelente hotel sobre la playa, ideal para descansar y servir de base para explorar destinos tan atractivos como Tarudant, en el interior, o realizar incursiones hacia el sur, atravesando la desembocadura del río Massa, y llegar hasta Tiznit o Sidi Ifni. En Agadir sirven excelentes pescados en Au Pool Lounge, hay buena cocina local en Au Palais du Jardin, y cocina internacional en todos los hoteles de lujo.
La mezcla de libertad, exotismo y calidad de vida que ofrece Marruecos a los viajeros se combina en la costa atlántica con la belleza incontaminada de sus gigantescas playas desiertas y la calidad de sus pescados frescos, capaces de llenar de sabores intensos los mediodías al sol y los largos crepúsculos frente al mar.
Guía práctica |
Cómo llegar En coche se puede cruzar en ferry a Tánger desde Tarifa (más rápido), y desde Algeciras (más frecuencias). En avión, Royal Air Maroc vuela a Casablanca desde Madrid, Barcelona, Tenerife y Las Palmas. Iberia enlaza Madrid con Casablanca, y Tánger. Vueling desde Barcelona llega a Tánger y Casablanca. Ryanair vuela de Madrid a Tánger y de Girona a Rabat. Sólo es necesario el pasaporte en vigor. Más información en Visit Morocco
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Dónde comer Le Goeland, Rabat Gran cocina especializada en pescado con larga tradición y máximo prestigio en la capital. En un elegante local moderno se preparan con sabiduría los mejores productos llegados de los puertos marroquíes. Precio medio 175 €. Dinarjat, Rabat En el marco de un palacio andalusí ricamente decorado en plena medina, ofrece una cocina de alta calidad en la que destacan los valores de la tradición marroquí en tajines, cuscuses y ensaladas frescas. La luz de las velas y la música en directo se suman al encanto gastronómico. La Taverne du Dauphin, Casablanca Enclave de referencia para amantes del pescado y los mariscos donde cuidan al máximo la calidad de la materia prima y la precisión de las preparaciones. Situado junto a la medina y el puerto, ofrece una carta larga y variada en la que caben todos los productos del Atlántico marroquí. (80 €). Le Chalet de la Plage, Essaouira Excelente restaurante de cocina mediterránea con una amplia terraza sobre la larga playa de arena y con vistas a las islas. Especializado en pescados frescos, ofrece también ostras, langosta, gambas y erizos en una carta de gran variedad. (124 €) Au Pool Lounge, Agadir Situado en el hotel Sofitel Agadir se especializa en pescados frescos y marisco de máxima calidad y en el uso de productos de la huerta de proximidad. A destacar el pescado del día y el lomo de lubina salvaje con risotto arborio al azafrán y ajo. (200 €) |
Dónde dormir El Minzah, Tánger Hotel de cinco estrellas en un palacio colonial en el centro de Tánger. Es la mejor elección, tanto por sus excelentes instalaciones y servicio como por su restaurante gastronómico con especialidades marroquíes y por los cócteles de su mítico Caid’s Bar. Ofrece un moderno spa. Desde 117 €. Hotel Rabat, Rabat Un cinco estrellas situado en el centro de la capital, cerca de la antigua medina y del centro financiero. Cuenta con buenas instalaciones, spa y piscina cubierta. Desde 96 € habitación doble. L’Heure Bleue Palais, Essaouira Establecimiento de lujo instalado en la antigua residencia del cacique Mbark Saïdi, en plena medina, dispone de 36 suntuosas habitaciones, piscina, hammam y un excelente restaurante. Desde 176 euros habitación doble. Iberostar Founty Beach, Agadir Gran hotel de cuatro estrellas con modernas instalaciones en edificios bajos en torno a los jardines y las piscinas, sobre la playa. Desde 97 € habitación doble. |