Tendencias
París, con mesa en terraza
Autor: Óscar Caballero
Fecha Publicación Revista: 01 de julio de 2015
Fecha Publicación Web: 11 de septiembre de 2015
La terraza del Fouquet’s en los Champs Élysées, las del Café de Flore o su vecino, Les Deux Magots, sobre el boulevard Saint Germain, la del Café Marly frente a la pirámide del Louvre: las posaderas del turista de la primera ciudad del mundo en recepción de visitantes, han gastado esas sillas. A sabiendas o no de la historia del lugar.
Comer en las terrazas de calles estrechas garantiza contaminación en el plato. Pero también lo salpimentan con romanticismo. Si hay conocimiento, y dinero, el manduque se refugia en el jardín de Laurent, oasis en pleno Carré des Champs Élysées. El mejor servicio de París y platos con estrella.
O en el más vasto del Bristol, ganado en 1978, en los fondos del palacete del siglo XVIII, al convento de las monjitas de la buena esperanza. Las del goloso serán satisfechas del desayuno a la cena: el Bristol es el hotel con más MOF –mejor obrero de Francia– en cocinas y sala.
Las fashion victims se reparten entre el patio ajardinado del Ralph -en el palacete del 1600 de Ralph Lauren, en Saint-Germain-des-Près, menús americanos, incluida la carne, del rancho de Lauren, y buena parte de la bodega-, la terraza panorámica de Nüba -en lo alto de la Cité de la Mode et du Design, asomada al Sena, reducto bio, ya en su tercer verano-, la del Georges (Centre Pompidou) otra dirección Costes, con sus vistas sin límite y la –magnífica- de la Maison Blanche, de Frank Bruno, quien propone cocina mediterránea en un octavo piso, sobre los techos del Théâtre des Champs Élysées. Además, aperitivos con vistas. Y hasta cursos de yoga con la Tour Eiffel de testigo.
Terrazas a pie de calle o que coronan edificios. Pero también de cour –patio interior– como la del Plaza Athénée y la del Costes. O las más económicas de museos (Petit Palais, Musée de la Vie Romantique) y hoteles de charme. Y otras con verde.
Por ejemplo, Les Jardins du Marais, hotel 4*, tiene 1.500 m² de jardín con mesas. Y bar Moët, de burbujas. Otro bar burbujeante, en el jardín del Hôtel du Collectionneur. Sin olvidar el vasto jardín del restaurante de la Maison de l’Amérique Latine.
Inolvidables Borgoñas
Aquí se habló ya de la fabulosa bodega de borgoñas (1.500 € referencias; botella de 17 a 7.636 €) de Les Climats. Este artículo descubre su patio ajardinado, con menús déjeuner a 36 y 42 € y vino por copa de 6 a 165 €. El decano del caviar y el salmón, Petrossian, atravesó el Sena con sucursal cuya terraza sirve la carta corta de Mikaël Petrossian, hijo de Armen, y el chef Julien Viollet: croque monsieur al caviar, surtido de ahumados, ensalada de cangrejo real...
Los jóvenes deportistas y orgánicos ponderan las ensaladas bio de los Exki además de su extensión Maison Vélib, tras pedalear en las bicicletas de alquiler callejero. Y las mesas de quita y pon del atrio del teatro Odeón. Sin salir del barrio, el goloso politizado hará terraza italiana, la del Marco Polo, trattoria del hermano de Claude Bartolone, presidente de los diputados.
Los melómanos nutren su cuerpo en la terraza del Grandes Marches, la brasserie pegada a la Opera Bastille: media centena de cubiertos con vistas a la columna de Julio, donde se alzara la prisión. El menú a 36 € incluye vino y café. Alternativas para quienes frecuentan la Opera Garnier: desde hace más de un siglo la terraza tradicional del Grand Hôtel; más reciente, la espectacular terraza del Opera Restaurant, que prolonga el teatro; inesperado, y a dos pasos, Le Patio, con su cocina italianizante.
Si quiere mezclarse con parisinos, puede comer en el Grand Bistrot Breteuil: menú que comprende vino y café, por 44 €. En el Café de l’Alma, cerca del último puente que vio Lady Di, de la Tour Eiffel y del museo del Quai Branly, su propietario, Jacques Boudon, se jacta de rodear sus 40 mesas en terraza con las típicas pero raras sillas de mimbre de la Maison Drucker, las mismas del Flore y el Deux Magots.
Madame Boudon dirige, cerca de allí, el otro restaurante del matrimonio, La Fontaine de Mars, ese que acogió a la familia Obama. Mucho parisino de alto standing en la terraza de Le Flandrin (colosal chupetón de Hugo Desnoyer:120 € para dos) y en las de Carette, desde 1927 en el Trocadéro y desde hace un cuarto de siglo en la Place des Vosges. Es vecino, allí, de la muy frecuentada terraza de Ma Bourgogne. Faro de la plaza, desde el desayuno a la cena, sus musts son el tartare de Thérèse –o el menú, a 38 €- y los vinos que selecciona el patrón, Aimé Cougoureux. Por copas, a partir de 5 €.
Para celiacos y/o snobs que rechazan el gluten, la terraza del Café Marlette: sopas bio, pastelería sin harina de trigo y tienda gluten free, en el barrio de moda, South Pigalle, entre la Opera Garnier y el Moulin Rouge. Más arriba, cerca del Sacré Coeur, la cocina gastronómica de Antoine Heerah, en la terraza sobre escalinata tipica de su Chamarré Montmartre. No muy lejos, el Pavillon D del bien llamado Hôtel Particulier, con su jardín de 900 m² -para la morriña, chuletón y cecina gallegos- y bar hasta las 2 de la madrugada. En fin, dos curiosidades: Le Perchoir (percha, pero también nido de águila), un séptimo piso con bar y restaurante. En los ojos, París a 360º. Y a ras de acera pero con París a sus pies, la terraza de O’ Paris, en el muy castizo Menilmontant.
Bajo los puentes de París
Desde 1991, los berges –riberas– y los quai –muelles– del Sena, son patrimonio UNESCO de la Humanidad. Si en la época todo coche del presidente Pompidou fueron monopolizadas por neumáticos, y en la década de los 2.000 el alcalde Delanoë con su adjunta y hoy alcaldesa Anne Hidalgo –una gaditana sucede a un tunecino, que así es Francia– cambió las cosas. Paris Plage, tan criticada como concurrida, introdujo el hábito, reforzado por recorridos peatonales y puntos de restauración, que devolvieron el Sena a parisinos y turistas.
Hoy, quien recorra el Sena en gabarra verá que la ribera multiplicó bares y restaurantes. Su epicentro en torno al mágico puente Alexandre-III, el que une Invalides con el Grand Palais.
Laurent Segall, ex del Batofar –la gabarra restaurante bajo la biblioteca Mitterrand–, creó Flow, en junio del 2013. Son 400m² ocupados por tres contenedores –cocina, bar y servicios– grises, recomendación de los arquitectos de monumentos nacionales para respetar muelle y arco metálico.
La vasta terraza –playa efímera, la llama Segall– despliega, si el tiempo no lo impide, 250 cubiertos. Su vecino, Faust, es una gran brasserie —2.100 m²— con espíritu de chiringuito del siglo XXI. Christophe Langrée, ex de varios establecimientos con estrella, da de comer en terraza, sujeta por supuesto a los vaivenes del clima, y en el interior. Cenas hasta medianoche.
Rosa Bonheur (1822-1899), pintora de animales en el siglo XIX, primera mujer condecorada con la Legión de Honor, amaba la libertad y la naturaleza. En su honor, kiosco de tapas en Les Buttes Chaumont, gran parque del norte de París. Con sucursal cerca del puente: Rosa Bonheur sur Seine abre de martes a domingo, de mediodía a una y media.
Fuera de ese espacio mágico, pero siempre sobre el Sena, tres opciones. En el pont de Levallois, suburbio rico, con muchas empresas, el Restaurant Ô, considerado el mas grande restaurante sobre el agua de Europa, divide sus 600 m² en tres espacios: Playa, Cabaña y Carguero. Brunch dominical a 39 € (17 € para niños) y a 26 €, plato-postre o entrante plato.
Las terrazas se extienden en Issy-les- Moulineaux, barrio de publicistas y prensa, se impone desde hace años el vasto River Café, encantadora gabarra reflotada por Mathieu Bucher, con su foie-gras, gambas en tempura y bacalao con jengibre.
En fin, en el residencial Neuilly, la isla de Jatte, dos siglos atrás coto de caza real, más tarde territorio de impresionistas (Georges Seurat pintó Un dimanche après midi à l’île de la Jatte) y hoy con el muy refrescante Pieds Dans l’eau (los pies en el agua), restaurante de menú a 24 €y otro de mediodía, servido incluso el sábado por la noche, a 30 €, vino incluido. Gran terraza, dirección de Jean-Manuel Cogis y, en fogones, Bastien Simon. Tan sólo 20 años. Pero como dice el tópico, suficientemente preparado.