Viaje Isla Mauricio
Entre continentes
Autor: Enrique D. Uceta
Fecha Publicación Revista: 01 de noviembre de 2015
Fecha Publicación Web: 01 de noviembre de 2015

Entre el litoral y las montañas se extienden los campos de caña de azúcar, materia prima de los excelentes azúcares y rones locales. Situada sobre la Ruta de las Especias, combina los sabores picantes con la dulzura de su gente, cuya cultura de tolerancia ha convertido el pequeño país en un modelo de convivencia y concordia.
Isla Mauricio se encuentra en el hemisferio sur, 900 kilómetros al este de Madagascar, y tiene un tamaño semejante al de Tenerife. Llegar supone un largo vuelo desde Europa, que se justifica por la belleza de sus “lagoon”, comparable a la de Tahití o Maldivas, y por la fascinante mezcla de razas y tradiciones. La mayoría de sus habitantes descienden de indios, que viven en armonía con chinos, africanos y europeos. Se hablan siete lenguas, se practican dos docenas de religiones, y carecen de conflictos étnicos o religiosos. Los mauricianos son la prueba de que una sociedad plural es posible.
La isla fue llamada Dinarobin por los árabes, al menos desde el siglo X. Los portugueses la encontraron para Occidente en 1498, y sirvió de refugio a los piratas hasta que los holandeses instalaron, en 1638, una escala de la Compañía de las Indias Orientales en la Ruta de las Especias, hacia India e Indonesia. Introdujeron la caña de azúcar y los esclavos para cultivarla. Abandonada desde 1710, fue ocupada once años más tarde por los franceses, que introdujeron comerciantes, esclavos, piratas y mujeres solteras para atraer colonos.
Una ejemplar fusión cultural
En 1810, cuando los británicos se cansaron de ser atacados por los piratas de Mauricio, ocuparon militarmente la isla, pero no la colonizaron y, bajo su dominio, franceses, africanos, malgaches e indios trabajaron en plano de igualdad, creando la cultura de fusión que es el orgullo del país. La lengua común es el creole, que la mayoría comparte con inglés, francés y una lengua materna. Isla Mauricio se ha convertido en un destino de lujo para viajeros exigentes que buscan exclusividad y huyen de lugares masificados. Los mauricianos han construido un número muy limitado de hoteles de alto nivel, ocupando rincones maravillosos y perfectamente integrados en el paisaje.
El emblema de la hotelería del país es la cadena Beachcomber, que ha logrado prestigio mundial desplegando un exquisito sentido de la acogida y elaborando una cocina gastronómica a la altura de las mejores de Europa. Entre los hoteles de la costa de Poniente destaca el mítico Royal Palm, en el norte, asomado a Grand Baie, y el Dinarobin en el sur, junto al gigantesco peñón de Le Morne Brabant, ambos con playas protegidas de los vientos del este, con inolvidables puestas de sol. En el lado opuesto de la isla ocupan emplazamientos de ensueño Le Saint- Géran de Pointe de Flacq y The Residence en Trou d’Eau Douce.
La mayor parte del millón trescientos mil habitantes de Mauricio viven en el corredor urbano que asciende desde Port Louis, en el centro del litoral occidental, hasta el selecto barrio de Floreal, ya en las alturas de la meseta Wilhems, que trepan por el cráter de un volcán apagado, el Trou aux Cerfs, cubierto de vegetación, desde el que se contempla gran parte del territorio a vista de pájaro.
Cocina en cuatro idiomas
Los franceses, en el siglo XVIII, fundaron la capital, Port Louis, a orillas del excelente puerto natural. El centro urbano reúne en poco espacio el vibrante Mercado Central, el barrio de los chinos, los edificios del gobierno, y los barracones de Aapravasi Ghat en el puerto, que alojaron a los primeros trabajadores contratados, tras la abolición de la esclavitud, procedentes de la India. Hoy, los edificios son Patrimonio de la Humanidad, y los descendientes de aquellos indios suponen el 68 % de la población.
En el Mercado Central de Port Louis se exhiben los ingredientes de la gastronomía mauriciana, frutas y hortalizas de exuberante calidad incluyendo el valioso palmito, y la enorme variedad de alimentos marinos, desde pescados de arrecife a marlines, atunes, doradas y langostas. En sus carnicerías hay puestos para hindúes, que no venden vaca, y otros para musulmanes sin oferta de cerdo, pero suministran ciervo de Java, procedente de los bosques del interior.
En Mauricio se cocina bien en cuatro idiomas, en créole, en indio, en chino y en francés. Carnes, pescados y mariscos se preparan en curris, en cari, en vindaye de origen indio, o en rougail criollo. Se come a menudo en la calle, de manera que se puede reservar la gastronomía para la cena en restaurante, y probar a mediodía comidas espontáneas. Los chinos aportan el bol renversé, varios pisos de carnes, gambas y legumbres sobre una base de arroz, o el mine frit, los fideos salteados con pollo, camarones o huevo.
Los indios prefieren en–cas, las empanadillas triangulares fritas, rellenas de carne o de verduras. También son populares los dholl puri y las faratas, tortillas de harina rellenas de verduras y salsas picantes, y el roti, el bocadillo de productos asados. Para degustar cocina de alto nivel, criolla y francesa, en Port Louis destacan La Rose des Vents, la opción gastronómica del Hotel Labourdonnais, y los cuatro restaurantes del Domaine les pailles, de cocinas francesa, india, china y mauriciana.
Los colores del arcoiris
Desde Port Louis, hacia el sur, se extienden los bosques tropicales húmedos, en torno a los lagos naturales de Mare aux Vacoas y Grand Bassin, convertido en espacio sagrado por los hinduistas, que creen que sus aguas están conectadas con las del río Ganges. Los fieles acuden al templo, dejan sus ofrendas en la orilla del lago, ante las imágenes de los dioses, y los monos se acercan a degustarlas. Hacia el norte de la capital, veinte minutos de autovía llevan a Pamplemousses, famoso por el Jardín Botánico que posee el más fascinante estanque cubierto por Victoria regia del mundo. Cerca del parque abre sus puertas L’Aventure du Sucre, una fábrica de azúcar convertida en museo donde se explica la íntima relación de la isla con el cultivo de la caña. Es el lugar ideal para probar quince variedades de azúcares gourmet de Mauricio y para disfrutar del restaurante del museo, Le Fangourin, que ofrece manjares locales, palmito, el marlín ahumado, y una deliciosa banana flambeada con ron viejo.
En Grand Baie, en el norte, el agua de la ensenada brilla en un intenso color esmeralda y aparece rodeada por lujosas mansiones, hospedajes sofisticados, y la única concentración de buenas referencias para comer en Mauricio. Royal Palm es el mejor hotel de este paraíso, la joya de la corona de Beachcomber, por el que pasan los grandes del deporte, del cine y la música, que aprecian su exclusividad, confort, calurosa hospitalidad y respeto a la intimidad. No resulta extraño que la cocina de su restaurante, La Goélette, dirigida por el chef Michel de Matteis, sea la más valorada de la isla. Sus mesas se asoman entre cocoteros al paisaje de aguas azules y arrecifes que ve ocultarse
el sol cada tarde. Aunque la calidad de los alojamientos invita a permanecer en su burbuja de bienestar, vale la pena dirigirse al litoral de Levante, para visitar Trou d’Eau Douce y pasar un día en la Île aux Cerfs, en un arenal cubierto de bosques que permanece virgen. Es perfecto para bañarse en soledad y volver, con los sentidos saturados de sensaciones placenteras, a tierra firme, y buscar los selectos hoteles The Residence o Constance Le Prince Maurice.
Los más bellos paisajes del suroeste se concentran en la península de Le Morne Brabant, presidida por el espectacular peñón de 556 metros de altura que ha entrado en la lista del Patrimonio de la Humanidad por haber protegido en sus cuevas a los esclavos que escapaban del duro trabajo de las plantaciones. Hoy se levanta a sus pies el lujoso hotel Dinarobin, que habla de un presente de paz y fraternidad en un escenario ideal para descansar, bucear, y explorar los mejores lugares del interior mauriciano.
Solo 14 kilómetros separan Le Morne Brabant de la Colina de los Siete Colores, donde las arenas volcánicas forman una sorprendente paleta de intensos tonos naturales.
La excursión pasa cerca de la cascada de Chamarel, que salta 83 metros en un acantilado abierto en el bosque, antes de llegar al mirador sobre los barrancos del Black River Gorges National Park.
Es el mejor sitio para observar en vuelo a los paille–en-queue, las elegantes aves autóctonas de larga cola que forman el emblema de Air Mauritius. El parque ofrece senderos bien señalizados a través del bosque húmedo en el que se precipita la Cascada de Alexandre.
Fogones de lujo
La vuelta a la isla también puede ser exclusivamente gastronómica, con escala en los excelentes restaurantes ubicados en los hoteles de lujo. La escuela de Alain Ducasse caracteriza la cocina de Spoon des îles en el One & Only Saint Geran.
En La Compagnie des Comptoirs, del Heritage Golf & Spa Resort, elaboran cocina mauriciana de fusión a las órdenes de Jacques & Laurent Poucel, con tres estrellas Michelin en Francia. En Le Gavroche des Tropiques, del Mövenpick Resort & Spa, siguen la línea del triestelado establecimiento londinense de Michel Roux Jr. Fuera de los hoteles también brillan locales independientes como Le Pescatore, en Trou aux Biches, donde practican una cocina creativa con productos marinos.
Isla Mauricio deja el recuerdo del océano verde de los campos de caña coronados por penachos blancos que parecen espuma, la memoria del aroma de caramelo que las chimeneas de las azucareras esparcen por el aire, y el sabor intenso de sus rones ecológicos. La belleza del escenario cobra vida con la simpatía y la tolerancia de los mauricianos, con la armonía multicolor de razas, lenguas y religiones que se expresa en las franjas de su bandera, el rojo hinduista, el azul cristiano, el amarillo budista y el verde de los musulmanes que justifican el sobrenombre de Isla del Arco Iris.
Guía práctica |
Cómo llegar Vuelos diarios desde Madrid y Barcelona, vía París, con Air Mauritius, en código compartido con Air France, y vía Dubai con Emirates. Los viernes y domingos es posible volar con Cóndor vía Fráncfort. Precios a partir de 952 euros ida y vuelta. Es recomendable y sencillo alquilar un coche para recorrer la isla. |
Dónde comer Considerado el mejor restaurante de la isla, pertenece al hotel Royal Palm y lo dirige el chef Michel de Matteis, formado en las mejores cocinas de Francia. Refinamiento y creatividad para disfrutar las maravillas gastronómicas en la terraza, sobre Grand Baie. Le Pescatore — Trou aux biches Agradables mesas con vistas al mar de poniente en el norte de la isla, para degustar los mejores pescados y mariscos, atún, dorada, langosta, en un clásico de la gran cocina mauriciana. La Rose des Vents — Port Louis La mejor opción gastronómica en la capital se encuentra en el hotel Labourdonnais que practica cocina de fusión mauriciana, francesa y oriental. Sus menús degustación se sirven en un ambiente elegante y en una sala con vistas sobre el puerto. El restaurante de la antigua plantación y fábrica de azúcar L’aventure du sucre, ofrece preparaciones mauricianas de gran calidad en un lugar delicioso. Abierto sólo a mediodía. |
Dónde dormir Uno de los hoteles más prestigiosos del mundo, extiende sus habitaciones de exquisita perfección entre jardines y piscinas asomadas sobre la playa de arena blanca. Cuenta con spa de Clarins y tres piscinas climatizadas. Desde 488 euros habitación doble. En la costa oriental, junto a playas extraordinarias, ofrece un ambiente exclusivo de sofisticado encanto colonial. Cuenta con varios restaurantes, buenas instalaciones, servicio exquisito, y un spa de calidad. Doble con desayuno desde 421 euros. Dinarobin Hotel, Golf & Spa — Le Morne Brabant En un enclave formidable, al pie de Le Morne, un elegante resort de cinco estrellas de baja densidad con jardines, piscinas, una playa gigantesca y un buen spa de Clarins. A destacar los deportes, kitesurf y golf, y sus cuatro restaurantes. Doble con desayuno desde 457 euros. Constance Le Prince Maurice — Pointe de Flacq En el noreste de la isla, en un bello emplazamiento sobre la laguna, entrelaza edificios encantadores y magníficos jardines, y ofrece un servicio impecable. Ideal para combinar lujo y relajación. Doble con desayuno desde 530 euros. |