Viaje Isla de Pascua

El enigma del Pacífico

Autor: Alfredo García Reyes
Autor Imágenes: A. García Reyes, Turismo de Chile y Lan
Fecha Publicación Revista: 01 de diciembre de 2015
Fecha Publicación Web: 01 de diciembre de 2015

Desde el punto de vista paisajístico, puede no parecer la isla más bonita del planeta, aunque eso no quiere decir que las bellezas de Isla de Pascua no resulten impactantes. Tampoco se puede decir que sea un lugar muy accesible. De hecho, se encuentra a no menos de cuatro horas y media de vuelo desde Santiago de Chile. Incluso, pese a estar rodeado por las azulísimas aguas del Pacífico, éste tampoco es un destino de sol y playa.

Sin embargo, la clave del interés que despierta la Isla de Pascua, Rapa Nui o Te Pito Ote Henua (El ombligo del mundo), está en los misterios apenas resueltos que la envuelven desde que el día de la Pascua de Resurrección de 1722 llegaran hasta ella los primeros europeos, comandados por el holandés Jacob Roggeveen.

De todos esos interrogantes, el principal es el cuándo y el cómo pudieron llegar a un lugar tan lejano los primeros pobladores. Hoy se cree que un grupo de unos cien polinesios, guiados por el rey Hoto Matu’a, habría llegado hasta aquí, entre los siglos VI y VIII, procedentes de la isla Hiva, en el archipiélago de las Marquesas. A su llegada encontraron una isla exuberante y muy rica cubierta de palmeras, por lo que decidieron asentarse aquí. En cualquier caso es solo una teoría, avalada por una evidencia científica: las coincidencias genéticas que se han encontrado entre pascuenses y polinesios.

El secreto de los moais

Tan enigmática como el origen de los primeros pobladores es la construcción de los moais, las enormes figuras antropomórficas de piedra distribuidas en diferentes emplazamientos de la isla.

Con qué motivo se esculpieron, de qué manera, cómo los trasladaron desde la gran cantera de Rano Raraku hasta lugares situados, incluso, a más de 20 kilómetros de distancia (hasta la llegada de los primeros europeos, los pascuenses no conocían el uso de rueda). De momento hay numerosas teorías para aclarar esos interrogantes, aunque no parece fácil encontrar una respuesta concluyente y definitiva.

Entre las cuestiones en las que hay un cierto acuerdo está el hecho de que los moais tenían un fin ceremonial y de homenaje a algunos difuntos familiares. Así, los escasos descendientes de aquel pueblo (los desmanes ligados a la colonización, las enfermedades y el forzoso traslado como esclavos de buena parte de los últimos rapa nui prácticamente acabaron con la población original) consideran sagradas las plataformas y el entorno donde se han localizado los centenares de moais descubiertos hasta el momento. Desde luego estas enormes figuras pétreas (la mayor alcanza los 20 metros de altura) son el símbolo de la isla y el principal reclamo que atrae, cada año, a miles de visitantes, llegados de los confines del planeta.

Por mucho que se haya leído y visto en televisión sobre los moais, lo cierto es que la primera visión sobrecoge. Y la segunda, y la tercera… Más, si el primer encuentro es con los 15 moais de Ahu Tongariki, en una inmensa explanada y de espaldas al intensísimo azul del Pacífico. Pero no menos impactante resultan los moais de Anakena, que es la playa pascuense por definición y que cumple a la perfección con el estereotipo del arenal tropical rodeado de palmeras, con unas aguas esmeraldas limpísimas y una arena blanca y finísima. Un lugar ideal para contemplar el atardecer, bañándose en un mar cálido y, como decíamos, con el grupo de moais como testigos de tan idílica escena.

El vuelo del hombre pájaro

Si impacta la visión de los moais, también lo hace la geología pascuense. Sobre todo, los tres volcanes que originaron la isla, hace miles de años: Terevaka, Poike y Rano Kau. En el borde la caldera de este último se sitúa el poblado de Orongo, desde donde cada año y hasta la llegada de los colonizadores europeos, tenía lugar la ceremonia del hombre pájaro (tangata manu): un representante de cada tribu de la isla se lanzaba (literalmente) hacia el cercano islote de Moto Nui, donde debía hacerse con el primer huevo de la colonia de charranes que nidifican en él. El primero de los contendientes en conseguirlo era reconocido como “hombre pájaro” y su tribu adquiría la jefatura política y militar de Pascua durante ese año.

Hoy, junto a ese islote y su vecino Motu Kao se puede disfrutar de una fantástica inmersión (con botella o esnórquel), en unas aguas plagadas de todo tipo de especies ícticas y con una de las mejores visibilidades del planeta, que alcanza hasta los 60 metros. Una buena opción es hacerlo con la ayuda de la empresa Diving Center Rapa Nui, que tiene su base en la Caleta de Hanga Roa, único núcleo de población de la isla.

La despensa del Índico

Los volcanes de Pascua, sobre todo el Terevaka, desde el que se domina todo el perfil costero de la isla, son la mejor atalaya para entender la comunión entre esta remota porción de tierra y el inmenso océano que la rodea. Una comunión que tiene su máxima expresión en la cocina local, donde los pescados y los productos marinos son los inevitables protagonistas.

De todos ellos, quizás el atún sea la estrella. Casi siempre se sirve en ceviche (preparación que tanto aquí como en el resto de Chile goza de una gran popularidad), en las típicas empanadas chilenas fritas o apenas marcado sobre la plancha.

Otras especies marinas son el mahi mahi, la sierra o el cana cana, generalmente presentados a la parrilla o a la plancha y acompañados de ensaladas, patatas asadas con piel, plátano verde y otras verduras, cocidas o fritas. También con po’e, una especie de pastel realizado con harina, calabaza y plátano, tan dulce que más parece un postre que una guarnición. Los pescados son de pequeño y mediano tamaño y con un sabor no muy intenso, por lo que generalmente se aderezan con salsas especiadas y cítricas. En cuanto a las carnes, las más habituales son la de pollo y gallina (sorprende la gran cantidad de estas aves, que se pueden encontrar, vagando libremente, por cualquier lugar de Pascua).

El cerdo también tiene su protagonismo en la cocina local, casi siempre asado a la parrilla. Aunque aquí la forma de cocción estrella es el curanto (o umu Rapa Nui), protagonista de las grandes celebraciones comunitarias. Se trata de un hoyo practicado en el suelo y forrado de piedras al rojo vivo.

Sobre ellas se colocan varias capas de diferentes carnes y pescados, recubiertas de hojas y ramas. Y así se deja cocinar durante tiempo para que los ingredientes adquieran los matices del ahumado y lograr un resultado realmente delicioso. No es tan fácil coincidir con la celebración de unos festines, pero si se tiene la suerte de ser invitado a uno de ellos, no habría que dejar pasar la oportunidad.

Muchas de las especialidades locales se pueden degustar en el restaurante Te Moana, muy auténtico, con unos precios razonables y situado en un entorno privilegiado, frente al mar. Aunque, la recomendación de buena parte de los pascuenses y de muchos viajeros que han pasado por aquí es disfrutar, al menos de una velada, en el restaurante Kotaro, donde el chileno Francisco Gutiérrez regala una cocina japonesa auténtica, adaptada a los ingredientes locales, en un entorno muy tranquilo solo para adultos.

Espíritu aventurero

Formas de adentrarse y conocer los atractivos de Rapa Nui, hay muchas, en hoteles de todo tipo, a tu aire o contando con los consejos y la información de los guías locales. Pero, sin duda, una de las mejores es alojarse en el Hotel Explora Rapa Nui. El porqué está no solo en la calidad de sus instalaciones o en su ubicación, casi perdido en mitad en una ladera de la zona sur, a medio camino entre Hanga Roa y el complejo de moais de Tongariki, a la que se accede por un camino sin indicaciones (para garantizar la privacidad de los huéspedes).

La razón está, sobre todo, en la filosofía de este hotel que, como la del resto de los de esta cadena chilena, pretenden convertir a sus clientes en auténticos exploradores, guiados por expertos en Arqueología, Historia, Naturaleza y Cultura locales. En este último aspecto, aparte de las ya referidas excursiones a los complejos de moais, hay otras dos visitas imprescindibles. Por un lado, el Museo Antropológico Padre Sebastian Englert, donde se recoge el legado de ese sacerdote católico alemán que, a mediados del siglo XX realizó una importante tarea de investigación de la cultura Rapa Nui y de sus manifestaciones a nivel etnográfico.

Entre las piezas del museo destacan las tablillas rongo–rongo, principales vestigios de la escritura de los primeros pobladores y cuyos pictogramas apenas han sido descifrados hasta el momento. La otra recomendación es asistir a alguno de los espectáculos del Ballet Folklórico Kari Kari, en Hanga Roa (Atamu Tekena, s/n, tel. +5632 210 07 67). Estas representaciones, coloristas, enérgicas y sensuales, acercan al espectador a algunas de las costumbres de los rapa nui a través de la música y la danza. Sin duda, un buen colofón para la visita a uno de los lugares más remotos y enigmáticos del planeta.

Guía práctica

Cómo llegar

Opciones aventureras aparte (recorriendo el Pacífico a bordo de los cargueros que llevan suministros), la única opción son los vuelos diarios que la compañía Lan fleta desde el aeropuerto de Santiago de Chile.

Dónde comer

Te Moana — Hanga Roa

Aquí se viene no sólo a degustar la cocina local, fundamentalmente a base de pescados y mariscos (como sus suculentas langostas), sino también a presenciar los mágicos atardeceres frente al mar desde las mesas de su terraza. El ambiente es distendido y acogedor y la relación calidad/precio resulta bastante razonable. Precio medio: 22 €

Kotaro — Hanga Roa

Para muchos viajeros y residentes es el mejor restaurante insular. Un japonés que se nutre de los buenos pescados locales y una delicadeza en las presentaciones que resulta sorprendente por estos lares.

Para favorecer el clima de tranquilidad, no admiten a menores de 9 años. Necesario reservar con antelación. Precio medio: 30 €.

Tataku Vave — Puerto de Hanga Pilko

Tel. +5632 255 15 44

Especializado en los frutos del mar. En la carta triunfan los carpaccios, mariscos como la langosta, pulpo y pescados frescos. Merece la pena pedir una papas tatake, aderezadas con salsa de camarones y unos camarones al pil pil. Precio medio: 20 €

Kanahau — Hanga Roa

Cocina polinésica, algo básica y sencilla, pero auténtica: ceviches, pescados, mariscos, carnes, arroces y pastas. Ideal para cenar antes de ver el espectáculo folklórico Kari Kari. Precio medio: 15–20 €.

Dónde dormir

Hotel Explora Rapa Nui — A 9 km del aeropuerto y de Hanga Roa

Vistas al océano desde buena parte del hotel (incluidas todas las habitaciones), una cuidadísima gastronomía a base de productos locales, chilenos e internacionales, piscina, jardines y, sobre todo, la garantía de experimentar la isla de una forma muy completa, gracias a la experiencia y conocimientos de sus guías-exploradores. Sin duda, la mejor opción de alojamiento de la isla. Precio: desde 800 € / habitación doble.

Hotel Hare Noi — Hanga Roa

Es uno de los alojamientos más nuevos en Pascua. Sólo 9 suites con vistas al mar; restaurante y un cuidado jardín. Programan actividades deportivas y culturales para conocer la esencia de la isla. Precio: 1.180 €

Hotel Hangaroa Eco

Village & Spa — Hanga Roa

En el centro urbano (es un decir) de la isla. 75 habitaciones que pretenden homenajear al poblado ceremonial de Orongo, en donde tenía lugar cada año el ritual del Hombre Pájaro. Tiene un spa, ideal para relajarse tras las caminatas por los senderos isleños o un día de compras, y tres restaurantes, entre los que destaca la calidad de Kaloa, de cocina local y con un servicio muy agradable y profesional. Precio: 670 € habitación doble

 

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