Opinión
Vinos de estilo Mediterráneo
Autor: Helio San Miguel
Fecha Publicación Revista: 01 de marzo de 2016
Fecha Publicación Web: 06 de mayo de 2016
Revista nº 479

Elaborados generalmente con variedades de maduración tardía como garnacha o zinfandel, con baja acidez, cargados de fruta y de taninos, aunque más suaves y aterciopelados que otros tintos, y con elevadas graduaciones que rara vez bajan del 14% y con frecuencia sobrepasan el 17%, estos vinos representan un modelo distinto al de los grandes vinos tradicionales, tanto los de perfil tánico y austero como Burdeos, Barolo, Ribera del Duero o los nuevos tintos riojanos, como los de personalidad más aromática, menos cuerpo y firme acidez, como Borgoña o los riojas tradicionales. El apoyo que han recibido por parte de Robert Parker los ha convertido casi en el estereotipo de su estilo personal y ha hecho que en muchas otras zonas se busquen vinos con más fruta y graduación alcohólica.
Al estilo francés
El antecedente ha sido Châteauneuf-du-Pape, en el sur del Ródano. Desarrollada en los años veinte del siglo pasado, esta denominación tiene 18 variedades autorizadas, nueve negras y otras tantas blancas. Entre las primeras destacan garnacha, introducida desde España y mayoritaria, mourvèdre (monastrell) y syrah. Junto con los Hermitage y del norte del Ródano, elaborados en su mayoría con esta última, los châteauneufs, crearon un prototipo de vino conocido como Rhône en Estados Unidos y Australia y basado sobre todo en el uso de esas tres variedades.
Debido a las presiones de la Unión Europea los australianos han abandonado el uso de los nombres con denominaciones europeas (el propio Grange -Penfolds- llevaba de apellido Hermitage) y han optado por referirse a estos vinos como GSM (Grenache, Syrah y Mourvèdre).
En California existe la asociación de los Rhône Rangers, creada para promocionar estos vinos, pero donde caben también los zinfandel (y en menor medida los petite sirah), que aunque no tienen nada que ver con el Ródano, se incluyen por ser variedades cultivadas en climas cálidos.
Alcohólicos, tánicos y frutales
Al mismo tiempo, han surgido vinos elaborados en zonas más calurosas en España, Italia y en menor medida en Grecia e incluso Argentina, etc. Nuestros priorats aparecieron hace ya 25 años y su éxito ha espoleado muchas regiones cálidas, desde Empordà hasta Jumilla, pasando por Campo de Borja, Calatayud, Montsant, etc.
En Italia hay un redescubrimiento de las variedades sureñas, sobre todo la aglianico, así como un boom de los vinos sicilianos. Ahora bien, todos estos vinos se desvían considerablemente del paradigma del Châteauneuf tradicional: distintas variedades y suelos, más alcohol, más taninos y más extracción frutal hasta el punto que han obligado a la propia Châteauneuf-du-Pape a introducir cuvés que tienen más en común con zinfandels y priorats.
En este contexto, el término Rhône resulta obsoleto pues no cubre la gran diversidad de estilos de estos tintos, y debería cambiarse por otro más acorde como vinos de estilo mediterráneo, aunque no sea el más riguroso: es mejor que GSM, que tiene las mismas objeciones que Rhône, y suena mejor que vinos de clima cálido o variedades de maduración tardía.
¿Mejoran con los años?
Considerado su éxito y el precio de los más famosos, una cuestión relevante es si estos vinos envejecen bien, lo que implica mejorar la capacidad de desarrollar con el paso de los años, generalmente décadas, una complejidad aromática que no tenían en su juventud. Es lo que ha definido a los grandes vinos del mundo.
En el caso de Hermitage, o Cornas está suficientemente demostrada, pero en mi opinión no está tan claro con respecto a los châteauneufs tradicionales y menos aún en los modernos. Sólo en dos ocasiones he bebido uno de más de 20 años que estaba mejor que uno de 10: un Beaucastel del 1955 y un Chateau Rayas del 1978, con lo que es fácil concluir que quizás son más la excepción que la regla. En los zinfandel californianos es raro encontrar alguno que envejezca bien más allá de los 15 años.
Con los australianos, también hay prueba de su capacidad de envejecimiento con Penfolds Grange o Henschke Hill of Grace, pero no tanto en los nuevos syrah. En Italia mejoran los grandes taurasi de la histórica Mastroberardino, pero está por ver con los nuevos aglianicos estrella. La misma reflexión hemos de hacer con nuestros tintos del Priorat, Campo de Borja, etc.
En casi ninguno de ellos tenemos la suficiente distancia temporal para afirmar que envejecen bien. Posiblemente por ser vinos muy concentrados y cubiertos, Parker les daba al principio más de 30 años de vida, y recientemente ha realizado una cata vertical de Alto Moncayo donde sube las puntuaciones y la fecha de madurez de casi todas las añadas, dando incluso 100 puntos al 2007 y 2009 (por cierto los únicos tintos con 100 puntos del propio Parker en la historia del vino español).
En mi experiencia, tras más de dos décadas catando priorats, salvo excepciones -añadas de L’Ermita, Dofí, Clos Martinet y poco más-, estos alcanzan su plenitud entre los 4 y los 12 años. Sorprendentemente el Grans Muralles de Torres, un vino que no obtiene el reconocimiento que merece, se desveló en una reciente cata vertical realizada por este comentarista en Nueva York como un vino complejo capaz de batir a la mayoría de priorats y châteauneufs en su terreno.
No parece que, salvo contadas excepciones, los nuevos vinos de corte mediterráneo tengan la misma capacidad de envejecer que los grandes tintos de otras regiones tradicionales. Sin embargo, debemos valorar cada vino en lo que es y pocos tintos dan tanto placer como un gran priorat de ocho o diez años. Disfrútelos así mientras burdeos, barolos o riojas alcanzan su plenitud.