La ley del gourmet
¿Qué pasa en Alicante?
Autor: Andrés Sánchez Magro
Fecha Publicación Revista: 01 de abril de 2016
Fecha Publicación Web: 12 de mayo de 2016

Alicante ha sido considerada desde hace algunos años como una de las pasarelas gastronómicas flamantes de nuestro país. La consabida calidad de vida de cualquier ciudad mediterránea adquiere casi por inercia contenido en la ciudad de la luz. Espacio de creatividad sirve como refugio para pintores, bohemios y vagabundos, y la gastro presuntamente se beneficia de ese entorno.
El esplendor de hace una década cuando Rafael García Santos recaló en la capital alicantina con su Congreso “Lo mejor de la gastronomía” parece haberse evaporado un poco. La apertura de neotabernas como la celebrada en su momento “Taberna del Gourmet” despertó el interés de los que amamos el producto, para hacer compañía a las míticas “Nou Manolín” y “Piripi”. La euforia, también el dinero público para apoyar el certamen, corrió como la pólvora. Se encendió la mascletá y alguna mente privilegiada llegó a comparar Alicante con San Sebastián como escaparate gastronómico. La larga y gozosa sombra de Quique Dacosta en Denia completaba el panorama. En efecto, el genio de El Poblet es ya un planeta en sí mismo. Su talento y técnica solo merecen hoy admiración, habiéndose convertido en lugar de peregrinación para gourmets mundiales.
Pero la ciudad no acaba de rematar como lugar de destino para turistas de poco paladar y que buscan productos que salvo mencionadas excepciones empiezan a perder gama. La llegada a la ciudad de El Portal ha sido un pequeño revulsivo gracias a una sostenida cocina de mercado y al cariño que Sergio y Carlos ponen en cocina y sala. La infatigable María José San Román sigue en plena batalla para mantener su estrellado Monastrell, la pasión por el aceite y las mil y una aventuras en las que trabaja casi por minuto. Comerse un jamón con chorreras en la barra de Piripi, alguna gamba roja es todavía un signo de distinción. Pero faltan restaurantes creativos, arrocerías profundas como las de los pueblos de la provincia y bodegas que merezcan estar a la altura de la que tiene el célebre sumiller Navarrete en el Quique Dacosta de Denia, o la sabia e inagotable de L´Escaleta en Cocentaina.
Tal vez la Alicante gastronómica sea un exponente e incluso una metáfora de la realidad política de la ciudad. O, por qué negarlo de toda la Comunidad Valenciana. No había tanta cantidad de gourmets como parecía, menos tarjetas de empresa y visas institucionales han dejado un panorama tan tristón, que la sepia y la gamba ya no son relucientes. Ni el maestro de maestros de reposteros, Paco Torreblanca ha podido evitar el concurso de acreedores.