Salmón

El monarca del río

Autor: Eufrasio Sánchez
Fecha Publicación Revista: 01 de julio de 2019
Fecha Publicación Web: 27 de junio de 2019

Si a la trucha le corresponde el honor muy relativo de ser la especie que en Asturias cuenta con mayor número de perseguidores, el salmón (salmo salar linnaeus) es de largo, la pieza más codiciada y acosada de cuantas pueblan sus aguas continentales.

Es el monarca del río, sin discusión. El más hermoso y admirable. El más misterioso. Porque siendo su pesca apasionante, no lo es menos su propia vida, plena de enigmas y fantasías.

El pez comienza a sentir la llamada del océano con especial intensidad después de cumplir el segundo año. La emigración tiene lugar cuando se sienten estimulados por la elevación térmica. Los salmones inician así la fascinante singladura marina que los llevará hasta Noruega, Islandia o Groelandia.

Se cree que los salmones de la vertiente cantábrica siguen las corrientes del Golfo y Noratlántica en su viaje hacia el Polo Norte. La velocidad que desarrollan en estos desplazamientos fluctúa entre 50 y 100 kilómetros por día.

Una gran aventura marina

Después de su periplo oceánico que oscila entre los dos y los cuatro años, el salmón retorna a su río natal, lo que constituye el hecho más insólito de cuantos conforman la vida de este pez de leyenda. Asombra la enorme distancia que separa las costas asturianas de las del Ártico y que se desplace más de 4.000 kilómetros para llevar a cabo la freza, aun a pesar de que ello suponga comúnmente el final de sus días.

Maravilla también su fantástico sentido de la orientación, que le permite surcar los mares y encontrar el pozo del río donde vio la luz primera. Alcanzada la desembocadura de “su” río, y antes de comenzar el ascenso, el salmón ha de aclimatarse a las aguas dulces, para lo que permanecerá a la espera durante algún tiempo.

Hasta que la pleamar, las riadas, o su solo y prodigioso instinto le motiven a emprender la última etapa del viaje. Algunos ejemplares mueren de agotamiento al intentar rebasar un obstáculo, y otros a causa de las heridas producidas en sus saltos acrobáticos, que pueden alcanzar varios metros, especialmente en aquellas zonas del río cuya profundidad les permite comprimir su poderoso cuerpo a modo de ballesta para tomar el impulso preciso y costoso que con frecuencia demanda el accidentado cauce de los ríos.

Sólo pican los más jóvenes

Los ejemplares que logran proseguir su marcha aprovechan los remansos y pozos profundos para recuperar fuerzas, y se protegen de las corrientes asiéndose a las rocas por medio de sus aletas pelvianas. Aunque hay quien afirma que los salmones atacan los cebos como un acto reflejo y no para alimentarse, lo cierto es que la cosa no queda en un mero ataque, sino que traga con rabia los cebos. Aunque no siempre pica.

Los que mejor lo hacen son los recién llegados, que aún no desconfían de los señuelos. Cuando recelan se muestran cautelosos en grado sumo. Si a eso añadimos la sensible limitación que significa su creciente escasez y rareza, cobran todavía más emotividad los lances que ennoblecen y magnifican toda la fortaleza y el vigor de una criatura verdaderamente única, y la gran resistencia que ofrece luego de ser capturado.

Otra modalidad de pesca

Dado el preocupante descenso de capturas que se viene produciendo en los últimos ejercicios, se inició hace una década la apertura de la pesca sin muerte, consistente en devolver al río los peces extraídos; aunque lo cierto es que esta medida no está teniendo el éxito deseado, siendo escasas todavía las cañas presentes en las distintas cuencas fluviales que llevan a cabo esta práctica.

La mayoría de pescadores y ribereños prefieren esperar a la fecha oficial del inicio de la temporada (este año ha sido el pasado 14 de abril) para el regreso del “monarca de los ríos”, en la que ocuparán los distintos cotos y las zonas libres, ansiosos de ser los artífices de la pesca del preciado campanu (primer salmón pescado) por el orgullo que supone para el afortunado y por los pingües beneficios que se obtienen en la subasta dada la alta cotización que suele alcanzar (hasta más de 12.000 euros se han llegado a pagar por un solo ejemplar).

Es el único que se pone a la venta, pues está prohibida desde hace tiempo su comercialización, como medida para luchar contra la reiterada escasez de la especie.

El que quiera peces...

El salmón es imprevisible, y en cierto modo una lotería, pero como ésta, sólo toca a quienes compran el décimo. Caro boleto de madrugones, gastos y decepciones, que requiere jugadores pacientes y entusiastas, dispuestos a acudir al río un día tras otro, con viento, lluvia, y hasta nieve; pesquen o no. El estado del río es uno de los factores más decisivos a la hora de aparejar, ya porque la riada sea muy fuerte, porque las aguas bajen turbias –pues ello impide que el salmón vea el cebo– o porque el caudal esté muy menguado, con lo que resultaría fácil que el animal perciba el engaño.

La época más favorable es la que va de mediados de mayo a mediados de junio, que es cuando tiene lugar la entrada más importante. Y aunque antes hemos dicho que la suerte es un factor a tener en cuenta, no por ello debemos incurrir en el error de suponer que todos los aficionados cuentan con igual número de oportunidades. La pesca del salmón, como todo en la vida, tiene su buena dosis de ciencia, que exige del pescador unos conocimientos amplios y un aprendizaje prolongado.

Como los que a buen seguro atesoraba su excelencia el generalísimo de todos los ejércitos, Francisco Franco, que gustaba de pasar las horas en las orillas de los ríos Sella o Narcea. Según recuerda el historiador Luis G. Bada, las crónicas de la época contaban que mantenía una hercúlea lucha con los hermosos salmones, que debidamente aleccionados, picaban el anzuelo que sostenía su mano férrea –la misma que dirigía el timón de la nave patria–. Las capturas se multiplicaban, dada la habilidad de tan excelso pescador, si bien parece que contaba con el solícito apoyo de expertos ribereños de lealtad inquebrantable.