Corcho
Elixir de Juventud
Autor: Isabel Cruz-Conde Zino
Autor Imágenes: Cork
Fecha Publicación Revista: 02 de noviembre de 2012
Fecha Publicación Web: 21 de diciembre de 2015
Revista nº 439
Las propiedades del corcho ya eran conocidas en el año 3.000 a.C. Egipcios, babilonios y persas le daban un uso actual, como tapas de ánforas para almacenar alimentos, instrumentos de pesca, láminas grabadas… Recientemente se ha descubierto que su relación con el vino se remonta al siglo V., desde que los griegos lo empezaron a utilizar para sellar los recipientes que lo contenían.
En 1680, el monje benedictino francés Dom Pierre Pérignon –a quien se atribuye la invención del método de fabricación del champagne–, a cargo de la bodega de la abadía de Hautvillers, comienza a utilizar el corcho para cerrar las botellas de su espirituoso. Imitado rápidamente por su competencia, revolucionó la industria de la comarca, extendió el consumo de champagne entre las clases altas europeas, e incrementó la demanda de tapones de corcho, que rebasó con creces las fronteras de los países productores.
El bosque alcornocal, que se estableció hace 10.000 años en las regiones mediterráneas, ocupa hoy en día un área de 2.277.700 ha en todo el mundo, y el mapa sigue siendo igual que en sus orígenes, se distribuye sólo a lo largo de siete países: Italia, Francia, Argelia, Marruecos, Túnez, España y Portugal. Estos dos últimos se disputaron durante el siglo XX el liderazgo en la exportación de este material, situándose finalmente al frente el país luso, que tiene una producción anual de 120.000 toneladas (más de un 50% del mundial).
El alcornocal nacional se extiende principalmente entre Andalucía –que produce unas 30.000 toneladas anuales–, Extremadura –20.000– y Cataluña –5.000–, y supone un 25% del total y un 30% de la producción mundial. Ciento cincuenta empresas corcheras dan trabajo a alrededor de dos mil personas en España.
Mientras Andalucía y Extremadura son las comunidades especializadas en la preparación del corcho, Cataluña se ha centrado en las fases posteriores, la fabricación y comercialización de tapones (abarca un 80% del total del país). La producción total entre unos y otros es de 3.000 millones de tapones al año, 1.300 se destinan a espumosos, y 1.700 a tranquilos; la mitad de éstos se exporta, en su gran mayoría a Europa.
De la materia prima al producto final
La extracción del corcho de la corteza de los alcornoques la llevan a cabo los sacadores –un oficio donde curiosamente no entra casi inmigración, exceptuando algunos portugueses–, que comienzan a aprender el ritual con 14 ó 15 años como una tradición que se pasa de padre a hijo. Entre los meses de mayo a agosto –en función del tiempo y la lluvia– tiene lugar la saca, de 7 de la mañana a dos de la tarde, hora en la que el sol no les permite seguir con su tarea.
Son necesarios 25 años para que se realice la primera saca del árbol; de la extracción de la corteza se extrae el corcho bornizo, que será utilizado como paneles aislantes o pavimentos. Pasados de 9 a 14 años (dependiendo de la zona) se produce la segunda, obteniendo el corcho secundario, que empieza a ser más regular y menos duro. Sin embargo, no es hasta la tercera saca –en la que el árbol tendrá ya entre 40 ó 50 años– cuando se consigue un material con las cualidades adecuadas para la producción de tapones, el corcho amadia o de reproducción. A partir de aquí, se extraerá la corteza unas 11 ó 12 veces más.
Este proceso ancestral se realiza en seis etapas: primero el sacador golpea el corcho en sentido vertical, escogiendo la hendidura más profunda de las ranuras de la corteza, para después separar y extraer las planchas; se mantienen adheridos algunos fragmentos a la base del tronco para quitar posibles parásitos, y finalmente se marca el árbol indicando el año de extracción.
Una vez finalizado el descorche, las planchas se apilan –ya sea en el bosque o en alguna fábrica– en un período de reposo que durará al menos seis meses.
El valor añadido
El corcho sigue siendo el material por excelencia de los tapones de vino. Sin embargo, cada vez pierde más cuota de mercado por la aparición de la silicona, la rosca de aluminio e incluso de vidrio, que se han consolidado como la mayor amenaza de los alcornocales. Debido al menor coste y precio de estos materiales, y a la falta de los bosques de quercus en países productores de vino –como Chile, Argentina, Australia o Nueva Zelanda–, la demanda de corcho para el sector vinícola se ha visto reducida alrededor de un 20%, ocasionando un problema a los alcornocales en los países mediterráneos. El 70% del corcho extraído de estos, se destina a la fabricación de tapones, y sin esta utilidad, los árboles desaparecerían.
Las entidades corcheras en España se han unido bajo una sola entidad, Cork, iniciativa liderada principalmente por AECORK (Asociación de Empresarios Corcheros de Cataluña), ASECOR (Agrupación Sanvicenteña de Empresarios del Corcho), APCOR (Asociación Portuguesa de Corcho), C.E. Liège (Confederación Europea del Corcho), Institut Català del Suro, IPROCOR (Instituto del Corcho, la Madera y el Carbón Vegetal) y RETECORK (Red Europea de Territorios Corcheros). Esta agrupación busca promocionar el tapón de corcho dando a conocer sus valores y beneficios.
“No se trata solo del valor económico”, dice Iván Fernández, responsable de Medio Ambiente del Instituto Catalán del Corcho, “eso es sólo la punta del iceberg”. Y es que el valor ecológico de estos bosques es esencial. Una tonelada de corcho contrasta la huella de CO2 de 185.000 coches al año.
“El bosque mediterráneo se vertebra en torno al alcornoque, el potencial de fijación de CO2 se multiplica entre 3 y 5 veces con la extracción del corcho, ya que incrementa la actividad biológica del árbol”.
El mejor amigo del vino
Al contrario que sus competidores, el ciclo de vida del corcho –desde la saca, hasta que sale de la bodega–, produce una huella de dióxido de carbono negativa, por lo tanto es un freno al cambio climático.
El mayor argumento de los nuevos materiales en contra del enemigo es el temido TCA (tricloroanisol), el responsable del olor a moho y a humedad que se genera por la acción de varios hongos que ha llevado a suspender ventas de añadas de bodegas como Vega Sicilia, Contino o Marqués de Riscal. A pesar de ello, parece que el corcho no es el único origen de este problema, sino que la presencia de determinadas sustancias en las barricas, maderas de construcción de la bodega o pallets, también influyen.
Se lleva años trabajando en este problema y la incidencia ha bajado considerablemente, además la industria corchera defiende que aún no conocemos si la silicona de la que están hechos los sintéticos, podría aportar elementos extraños al vino.
El vino permanece vivo una vez embotellado, terminando su proceso de fermentación; por eso el envasado tiene un factor primordial en su evolución y gracias al corcho recibe pequeñas cantidades de oxígeno que le permiten evolucionar en el tiempo.
La calidad del tapón es importantísima, ya que uno malo, podría contaminar una esmerada calidad de uva. Además, es el material de taponado más resistente, elástico y natural; otros elementos, como el plástico o la silicona y el tapón de rosca, pueden adaptarse a las necesidades de tintos jóvenes semicrianzas y blancos. Sin embargo, en los grandes vinos, no hay dudas.
Existen detractores y defensores de ambos bandos, aunque el mayor problema con el que se encuentra la industria es que el consumidor final no sabe de qué material es el tapón de la botella que está comprando hasta que la abre y se lleva, o no, una sorpresa.