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Viaje Malta

Sedimento vital

Autor: Erik Saavedra
Fecha Publicación Revista: 01 de mayo de 2016
Fecha Publicación Web: 02 de junio de 2016
Revista nº 481

Hugo Pratt eligió este país insular como lugar de nacimiento del aventurero más complejo y enigmático de la ficción, Corto Maltés. Para nada una casualidad, pues si algo concentran estas islas en cada grano de sus limestones, —rocas sedimentarias que homogenizan el paisaje arquitectónico de las villas maltesas—, es una atomización de acervos.

Desde la Edad de Piedra, en el 5.200 a.C., cuando con toda probabilidad llegaron a estas islas los primeros habitantes en botes rudimentarios, sus 316 kilómetros cuadrados (que convierten a Malta en el séptimo país independiente más pequeño del mundo) han sido cruciales para comprender la historia del Mediterráneo. Entre los inquilinos más o menos estables de su territorio hay sicanos, fenicios, griegos, romanos, bizantinos, vándalos, árabes, normandos, almogávares, caballeros hospitalarios –esa especie de Cascos Azules de otra época–, franceses y británicos hasta la independencia obtenida en 1964 y posterior república, todo acreditado con su respectiva huella.

Así, el turista que decida encaminarse a Malta encontrará contrastes inesperados en tan pequeñas porciones de tierra que incluyen playas de arena como Golden Bay invadidas de sombrillas italianas (las visitas turísticas prácticamente triplican la población del país) y solitarias calas rocosas; la estridencia juvenil del barrio de Paceville –una especie de Magaluf domesticado– y la solemnidad monumental de La Valeta; espacios naturales como la Cueva Azul, al suroeste de la isla, o la poderosa dimensión arquitectónica de la ciudad amurallada de Mdina, en el centro; o templos megalíticos Patrimonio de la Humanidad más antiguos que Stonehenge a media hora de modernos edificios como el Centro de Negocios de la Casa de Aragón en Saint Julian.

La riqueza de los hitos turísticos

Malta conoce su dependencia del sector turístico y de tal forma trata de incorporar valores añadidos a su oferta, aunque muchas veces cree disonancias cognitivas. Desde finales de los 90 del siglo pasado, los casinos son un sector relevante dentro de la economía turística, si bien la proliferación de este entretenimiento pagano no evita que en Malta estén orgullosos de sus 365 iglesias –que cumplen, a su vez, como división administrativa del país–, habiendo acuñado la idea de que tienen “una para cada día del año”. Esto solo es una prueba más de la complejidad cultural de un país que, a pesar de haber vivido la mayor parte de su historia involucrada en algún conflicto, es hoy tranquilo y seguro.

En Malta solo hay una cárcel (casi vacía), los policías van desarmados y los grandes delitos se recuerdan como películas de Hollywood, tal es el caso del quirúrgico y espectacular atraco –sin heridos– al Casino di Venezia, ubicado en el Vittoriosa Waterfront, una magnífica zona de terrazas, próxima al muelle deportivo más exclusivo de la isla. Por otro lado, los esfuerzos de la administración en aprovechar la riqueza de hitos turísticos de la isla han conducido a conexiones provechosas, como la que ha llevado a HBO a rodar escenas de su serie Juego de Tronos en localizaciones de la isla, auspiciando el turismo cinematográfico.

Por mucho tiempo que se le dedique, el viaje se hará corto: allí está el fuerte San Elmo, bastión final del Gran Asedio, una de las batallas más épicas del Mediterráneo; la co–catedral de San Juan, en La Valeta, donde se está siempre pisando lúgubres tumbas y se encuentra el Caravaggio más turbador; las Tres Ciudades (Cospicua, Senglea y Vittoriosa, también llamada Birgu), supervivientes a intensísimos bombardeos durante la II Guerra Mundial; Mdina, la “Ciudad del Silencio”, en la que se supone vivió el apóstol San Pablo; Rabat y Mosta, esta última con su rotundo domo; las canteras de limestone, las salinas, el barrio comercial de Sliema; y, por supuesto, el resto de las islas; Gozo, Comino, Cominotto, Manoel…

Apetitos y gozos    

El desarrollo de la cultura gastronómica maltesa es un hecho más bien reciente, pues la haute cuisine, un privilegio de la aristocracia local cuando la isla aún estaba bajo dominio británico, se marchó con los ingleses. De tal forma, la culinaria maltesa comenzó hace una década a alejarse de los fogones caseros y de las cocinas internacionales de hotel para penetrar en nuevos territorios gracias a chefs como Donald Caligari o Claude Camilleri. Recientemente se han fomentado las visitas de especialistas de reconocido prestigio mundial y, así, hemos podido ver a cocineros como Eneko Atxa desplegando sus habilidades en Malta en una de sus giras, mientras algunos jefes de cocina extranjeros adoptados por estas islas, como Serge Huerga Marín, abanderan vanguardias tardías.

En contra de lo que cabría esperar, el pescado no es un must en las recetas maltesas y ni siquiera se encuentran referencias acreditadas en localidades como el puerto de Marsaxlokk –en cuyo muelle hay docenas de coloridas embarcaciones luzzu con su tradicional ojo de Osiris en la proa–; donde sí hay una lonja bastante activa en la que el producto más vendido suele ser la dorada, con la que se preparan recetas sencillas como el lampuki–gñad–cobbu. En la cultura culinaria local es muy relevante el sector agropecuario y en la isla de Gozo, a una hora en ferry de Malta, está Savina Estate, explotación propiedad de Grupo Magro Brothers, la tercera compañía del país por volumen de negocio, cuya actividad fundamental es la alimentación.

Operan bajo un modelo de cooperativa que logra un interesante equilibrio comercial, a caballo entre agricultura ecológica y el gran consumo, con una amplia gama de productos entre los que destacan los cárnicos (conejo, ovino y bovino), los embutidos y la miel. También resultan de interés –y es posible la visita, e incluso el almuerzo o el aperitivo– las pequeñas granjas que producen queso miel, vino (similar al de pitarra) o tomates secos. Paralelamente, el Gobierno subvenciona la agricultura experimental con buenos resultados hasta el momento.

Aceite y vino

El marco del aceite de oliva virgen, asimismo, es relevante en este país insular, a pesar de la escasísima producción. Un ejemplo de éxito en este ámbito es el de Sam Cremona, un reputado gemólogo que cambió su sino para convertirse en olivarero. Las variedades autóctonas (algunas de las cuales han sido halladas en yacimientos arqueológicos de Malta), muy resistentes a plagas y enfermedades, dan un sabor suave y afrutado al aceite.

Por otro lado, en lo que a la enología se refiere, en Malta existe un creciente interés por el vino, materializado tanto en bodegas como en enotecas (algunas de las cuales, por mimetismo, imitan el aperitivo, esa forma italiana de after work con vino y picoteo). Aunque la mayor parte del vino que se consume es italiano, empresas como Marsovin, fundada en 1919 (sí, se producía vino entonces, pero los mayores alardes del vino maltés son recientes), o Meridiana  –propietarios de la popular cerveza local Cisk y del bitter Kinnie, el refresco preferido de los malteses  y extrañamente popular en algunas tribus urbanas británicas– han conseguido crear una pléyade de denominaciones de origen e indicaciones geográficas en apenas unas hectáreas de la geografía de estas islas.

Las variedades que se cultivan son, por lo general shyra, merlot, chardonnay, trebbiano o girgentina, destacando algunas curiosidades en cheval franc o celsius, endémica esta última. Aunque existen vinos más que correctos, lamentablemente la relación calidad–precio aún no está del todo ajustada.

Las islas mínimas

Al margen de Malta y Gozo, el archipiélago también conocido como Islas Calipso –por su presunta relación homérica– brinda otras visitas de interés.

La isla de Comino recibe su nombre por la concentración de estas plantas en su superficie, ni más ni menos. Sus tranquilos cuatro kilómetros cuadrados que han sido escenario de películas como Troya, son reserva natural de aves y cuentan con parajes extraordinarios como sus dunas o el bastión de Santa María. Es posible hospedarse en los bungalós del hotel de la isla, que cuenta con playas privadas, pero las plazas son muy limitadas. Entre esta isla y el islote próximo, Cominotto, está la Laguna Azul, en donde los aficionados al esnórquel podrán disfrutar con la rica fauna marina.

El islote de Flifla solo puede ser visitado con permisos especiales del Gobierno de Malta con fines científicos o divulgativos, mientras que para llegar a los de San Pablo será necesario alquilar una embarcación. A Isla Manoel se llega a través del puente que une el islote con Malta desde la ciudad de Gzira. Allí se puede visitar un hospital del siglo XVII. También existen numerosas rocas emblemáticas que pueden ser alcanzadas a nado y cuyo entorno apasiona a los buceadores.

Guía práctica

Cómo llegar

Ryanair, Alitalia, Lufthansa, Turkish Air y Swiss Air ofrecen vuelos desde Madrid y Barcelona al Aeropuerto Internacional de Malta.

Dónde comer

Tal–Petut — St. Birgu

La cocina de Donald Caligari es de estilo mediterráneo con influencia de África del norte. Desde 50 €

Palazzo Santa Rosa — Mistra Bay

Claude Camilleri es un revisionista sensato de la tradición culinaria maltesa y un apasionado de los vinos. Sobre 45 €

Kandles — Paceville

Restaurante informal de cocina casera maltesa, rica y económica. 15 € 

Limestone Heritage — St. Siggiewi

Cenas al aire libre con espectáculo típico maltés en una cantera–museo. 40 €

Il–Horza — St. La Valeta

Agradable local de cocina tradicional modernizada, cercano al Gran Muelle y a los jardines de Upper Barrakka. 40 €

Del Borgo — St. Birgu

Una de las primeras enotecas de la isla. Muchos vinos italianos –y malteses de Marsovin, Camilleri o Meridiana– para armonizar con pequeñas raciones como el hobza mimlija.

Caviar & Bull — St. Julian

Laura Ferrer –en sala– y Serge Huerga –en cocina– han trasladado hasta aquí las vanguardias moleculares. 50 €

San Andrea restaurant — Rabat

Cocina franco–mediterránea en el entorno excepcional de un palacio reformado. 45 €

Fumia — La Valeta

Para ictiófagos exigentes, aunque más vale controlar el peso y el precio del género con la calculadora del móvil para evitar sorpresas en la factura. 45 €

Dónde dormir

Hotel Corinthia  — Saint Julian

Un cinco estrellas de libro con excelentes precios en temporada baja. Desde 85 €

The Xara Palace — Mdina

Un Relais & Châteaux con mucho encanto y una cocina creativa y moderna elaborada con productos de la zona. Desde 130 €

Ta Mena Estate — Gozo

El feudo del ecoturismo del gurú local Joseph Spiteri en la isla de Gozo, con alojamientos en Masalforn Bay y Xaghra; el único inconveniente es el limitado número de plazas. Desde 80 €

Phoenicia — Floriana

Uno de los hoteles más exclusivos y lujosos de Malta, a las puertas de la capital. Desde 250 €.

British Hotel — La Valeta

Hotel económico en plena La Valeta. Agradable y sin florituras. Desde 50 €

 

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