Ruta por Limburgo
Tiempo de espárragos
Autor: Alfredo García Reyes
Autor Imágenes: Alfredo García Reyes
Fecha Publicación Revista: 01 de marzo de 2019
Fecha Publicación Web: 07 de mayo de 2019

Un buen lugar donde comprobar y admirar tanta actividad agrícola es la granja familiar Royal Zon, cercana a la localidad de Venlo y con más de 100 años de tradición rural. Allí, como en el resto de centros productivos de Limburgo, la tarea resulta ardua, paciente y delicada: primero, retirando parcialmente los cientos de metros de plástico opaco que tapan los montículos longitudinales de tierra donde crece la planta, aflorando las yemas del espárrago con las propias manos, después arrancando cada tallo mediante el corte preciso de una gubia específica para este fin. Y, más tarde, lavando, calibrando y envasando los diferentes espárragos, antes de iniciar su distribución.
La combinación de esos trabajos con el frío y la humedad invernales, la oscuridad que proporciona el plástico opaco, a lo que luego se suma la calidez ambiental de la primavera tardía, da como resultado un producto delicado, sabroso, fragante y con una gran versatilidad en cocina.
Por eso es tan apreciado en la mayoría de los hogares holandeses y también por los mejores cocineros del país que, a partir de las diferentes variedades y tamaños de espárragos blancos, crean platos realmente irresistibles.
Una buena mesa clásica
Desde luego, después de la visita a esta o cualquiera de las granjas de la provincia, lo que apetece es degustar de una vez el manjar. Y la mejor idea es hacerlo in situ, es decir, en la propia Limburgo.
Sin ir demasiado lejos, en las proximidades de Venlo se encuentra el restaurante Valuas (valuas-hr.nl), una auténtica casa a orillas del río Mosa, con varios comedores y diferentes propuestas gastronómicas en función de los intereses de cada comensal o del momento del día, desde la barra del bar, a la brasserie o el comedor formal. En la enorme cocina de este local, el siempre afable (y estrellado) Eric Swaghoven es un apasionado de los espárragos blancos, que cocina tanto en platos clásicos (simplemente acompañado de unas lonchas de jamón dulce y mantequilla, o en la universal crema para plato hondo y cuchara) como en innovadoras preparaciones, en compañía de otros productos cultivados o criados en la región.
Y otra, más creativa
Por su parte, en la encantadora localidad de Roermond (o Ruremunda) resulta muy interesante la propuesta del restaurante One (restaurantone.nl), todo un alarde de creatividades artísticas en el plato con el espárrago blanco fresco (en temporada) como protagonista. Desde 2010, su chef y propietario Edwin Soumang luce con orgullo una merecida estrella Michelin. Se encuentra en una antigua fábrica que mantiene buena parte de su estética industrial de principios del siglo XX. De hecho, en algunos espacios del restaurante no hay más decoración que los característicos ladrillos rojos de los muros, aunque en otros uno casi creería estar en un museo de arte contemporáneo. Pero, más allá de la estética, quienes quieran disfrutar de una auténtica experiencia gastronómica no deberían perderse el menú degustación, a 95 euros (155 con vino), en el que cada plato parece más una obra de arte visual que gustativa, aunque también esto último lo es.
Ya que estamos en Roermond, merece la pena pasear por el entorno ajardinado del río y por las calles del centro. Como buena parte de las ciudades de Holanda, sufrió la devastación provocada por la II Guerra Mundial. Eso explica una cierta uniformidad urbanística, fruto de una reconstrucción acelerada. Aun así, destacan edificios como la Munsterker, iglesia de Munster, templo principal situado en la plaza del Mercado, sin duda uno de los espacios más animados de la localidad. En esta iglesia, de estilo románico renano (la proximidad a Alemania y Bélgica es bien patente) y que formó parte de un monasterio cisterciense, destaca su historiado presbiterio, con los sepulcros de algunos de los personajes más notables de la región.
Espárragos también para beber
De nuevo en ruta por las carreteras de la región, casi siempre enmarcadas por campos de cultivos y las “calles” que conforman miles de árboles, sale al paso un antiguo molino de agua. Su nombre es IJsvogel (ijsvogel.com) y se ha reconvertido en una taberna de ambiente rústico y muy acogedor donde, por cierto, sirven una rareza para nuestro paladar mediterráneo: un licor de espárragos blancos que elaboran ellos mismos y que también venden envasado para quienes quieran llevarse a casa el recuerdo. Al probarlo, incluso a ciegas, el inconfundible aroma de esta planta toma posesión de la boca en una experiencia realmente sorprendente, sobre todo porque prevalece (y mucho) sobre el alcohol producido por la destilación.
De visita a la capital regional
Completa la visita a la provincia de Limburgo pasando, al menos, una jornada en su capital, Maastricht, ciudad conocida por haberse firmado aquí el tratado fundacional de la Unión Europea, en el año 1992. Por lo demás, pasear por ella es una auténtica delicia con la llegada del buen tiempo, cuando sus terrazas se atestan de una población ávida de horas de luz, sol y encuentro con los amigos. Buen ejemplo es la plaza Vritjhof, auténtico epicentro urbano.
La ciudad es, además, un activo centro de compras, ideal para adquirir algunos de los productos frescos que se producen en la región, por ejemplo en el Maastricht Market o en el Organic Market. Pero además, está repleta de tiendas de moda y complementos, algunas francamente originales. De hecho, la ciudad hace gala en el resto del país de su elegancia y estilo.
Una buena forma de despedirse de Limburgo es a bordo de uno de los barcos de la compañía Rederij Stiphout (stiphout.nl) que recorren el Mosa, acercándose a los lugares más destacados de Maastricht, como las cuevas del monte San Pedro, con más de 80 kilómetros de galerías subterráneas, y llegan hasta la frontera misma con la cercana Bélgica.