Viaje Oporto

La ciudad del Duero

Autor: Alfredo García Reyes
Autor Imágenes: Alfredo G. Reyes / iStock
Fecha Publicación Revista: 01 de septiembre de 2019
Fecha Publicación Web: 26 de agosto de 2019

Oporto no es una, sino varias. Es cierto que hay una urbe llamada Oporto, o simplemente Porto (puerto) para los portugueses. Pero la realidad es que esa ciudad conforma un tótum indisoluble con otras localidades contiguas que la completan y que, en conjunto, ofrecen una variada actividad económica y multitud de ofertas de ocio, cultura y gastronomía.

Un buen ejemplo de lo antedicho es el municipio vecino de Matosinhos, con una espectacular playa de arena y, sobre todo por su puerto, que es el más grande e importante de la zona metropolitana.

Junto a éste se encuentra el mercado de abastos local, cuyos puestos de pescados y verduras son todo un espectáculo. Como la arquitectura del edificio en sí, una enorme bóveda blanca abierta en varias líneas de lucernarios que le aportan a todo el espacio un ambiente muy especial, como de irrealidad.

En este mismo mercado se encuentra un restaurante clásico, la Taberna Lusitana, reconvertida en un lugar de tendencia para los nuevos habitantes del barrio. Gente joven, artistas y profesionales liberales, que han encontrado en la zona la tranquilidad y las oportunidades de ocio que los barrios clásicos de Oporto les estaban negando en los últimos años. Sobre todo, ante la llegada de tantos y tan diversos viajeros del resto del planeta.

El poderoso río

Tanto la zona metropolitana como Oporto en sí, serían imposibles de comprender sin la presencia del río Duero (o Douro). El mismo que, desde las lejanas sierras de Soria, riega buena parte de Castilla, atraviesa los zamoranos Arribes, se encaja entre terrazas de cultivo en el ya portugués Douro Vinhateiro y desemboca, junto a la misma Oporto, en una espléndida bahía.

Algo especial deben arrastrar la aguas del Duero para que ayude a generar, a su paso, algunos de los mejores vinos del planeta: Ribera del Duero, Douro y Oporto.

Para comprobarlo, vale la pena visitar alguna de las bodegas de Vila Nova de Gaia, unida a Oporto a través del escenográfico puente de Don Luis I.

Hasta el siglo XIX, la comunicación entre ambas ciudades se realizaba con los barcos rabelos que eran también los que transportaban el vino desde Peso da Regua, río arriba, hasta las bodegas de Gaia, donde completaban su complejo proceso de envejecimiento. Hoy los rabelos han quedado relegados a una atracción turística más, aunque no deja de tener su interés y cierto aire nostálgico, dejarse mecer con su bamboleo en cualquiera de las excursiones que organizan las varias empresas de barcos de la ciudad o, incluso, las que ofrecen las propias bodegas.

Los vinos del Douro

Una de esas bodegas en las que se perpetúa el secular proceso de vinificación y envejecimiento de los oportos es Graham’s (grahams-port.com). También es una de las más grandes y bonitas de Vila Nova de Gaia. Sus guías y enólogos orientan sobre las variedades principales de Oporto (ruby y tawny), antes de invitar a degustar alguna de sus etiquetas en la esplendorosa sala de catas que han montado para el público general. Antes, el deleite está en la contemplación de los pasillos que forman las enormes barricas de madera donde maduran sus vinos fortificados. A veces durante más de 20 años. Algunos, durante siglos.

Pero como ya se ha dicho, el Duero riega muchos tipos de vinos. En la zona del Douro Vinhateiro triunfan los tintos de la DO Douro, con numerosas bodegas y muchas más etiquetas. Para descubrir el laborioso cultivo de las uvas con que se elaboran, así como el proceso de vinificación y la historia de la viticultura en esta zona del país, convendría acercarse al Museo del Duero (Museu do Douro, museudodouro. pt), en Peso da Regua. Por cierto, que para llegar hasta aquí, es un viaje muy agradable realizar el trayecto en el tren que, desde la magnífica estación de São Bento de Oporto, circula durante buena parte del trayecto en paralelo al río y encajado entre las terrazas donde crecen los viñedos.

En cuanto a los vinos como tal, permanecen siempre en la memoria los douros clásicos. Pero cada vez son más los viticultores que se animan a experimentar con coupages y nuevas maneras de crianza. Incluso se atreven con este tipo de vino, bodegueros llegados desde el otro lado de la frontera. Como los gallegos Socalcos da Carrís, que producen, entre otros, un tinto reserva y un blanco, también reserva, realmente destacables.

Dormir en Oporto

El desembarco de la empresa Socalcos de Carrís en la zona ha sido total, con una apuesta muy importante en el ámbito hostelero. De hecho, han abierto un hotel uniendo varias “casas da Ribeira” de ese popular barrio de Oporto bañado por el Duero. Un alojamiento práctico, de líneas modernas y que resulta toda una delicia. Sobre todo cuando se duerme en una de esas habitaciones superiores con terraza desde las que se contempla una de las mejores panorámicas de la ciudad, de Gaia, del puente de Don Luis I y, por supuesto, del incesante trasiego de barcos por el río.

Una vez alojados aquí, es muy buena idea sentarse a la mesa de Forno Velho, el restaurante del hotel, para degustar un auténtico festival de especialidades culinarias locales. A saber: un siempre reconfortante caldo verde, el típico y muy gustoso arroz caldoso de almejas, langostinos y berberechos, el bacalao a modo de Braga (el más popular de Oporto), el pulpo salvaje con pimientos y patatas, o la especialidad de la casa: cabrito asado con puré de espárragos y patatas. Es preciso comentar que las raciones son mucho más que generosas por lo que hay que tener cuidado con lo que se pide. Por lo que respecta a la carta de vinos, triunfan los douros, naturalmente. Sobre todo, los vinos de la propia casa: Socalcos da Carrís.

La francesinha y sus secretos

Con todo, en Oporto se pueden comer otros muchos y deliciosos platos. Por ejemplo, la receta local por definición de la cocina portuense moderna: la francesinha. Una preparación con tantas versiones como imaginación tengan sus cocineros y existencias haya en cada despensa, porque en esta interpretación evolucionada de la típica tostada francesa puede entrar casi cualquier ingrediente.

La base es un sándwich de pan de molde relleno de embutidos diversos, quesos y un filete de ternera o cerdo. Se cubre de queso fundente, se gratina al horno y se baña en una salsa picante a base de tomate. Entre las versiones, la más popular es la que tiene encima un huevo. Y lo normal es acompañarla con un buen plato de patatas fritas (para mojar en la salsa) y una cerveza o un vino.

Muchos restaurantes compiten por la primacía del plato. Entre los más frecuentados están O Afonso, un clásico que, casi siempre, está abarrotado; Café Santiago, el local que todos los portuenses recomiendan y donde elaboran una salsa de la que muchos querrían conocer el secreto, y por último, Lado B, donde los dueños registraron el hecho, según ellos, de servir “la mejor francesinha del mundo”.

De visita obligada

Ya que estamos con el capítulo de clásicos de Oporto, hay dos lugares dignos de visitar, sobre todo para los neófitos en la ciudad del Douro. El primero de ellos es el Majestic, situado en la calle peatonal y comercial de Santa Catarina. El local, decorado al estilo de los cafés vieneses de principios del s. XX, está siempre atestado de turistas, es verdad.

Incluso, en muchos momentos hay que hacer cola para sentarse en alguna de sus mesas. Pero siempre es una delicia disfrutar de su menú de té, con bollería y sándwiches selectos, junto a los espejos, lámparas de araña y mobiliario de mármol y maderas nobles que lo caracterizan. Incluso se puede comer, con una amplia carta de clásicos de la alta cocina portuguesa.

La segunda visita es a la Livraria Lello (Carmelitas, 144), sin duda la tienda de libros más bonita y espectacular del mundo. Una fantasía barroca que inspiró a la mismísima J. K. Rolling para uno de los libros de su saga sobre “Harry Potter”. Tan atractivo resulta el lugar que hay que pagar “tributo” para entrar en él: un precio simbólico que se descuenta en el caso de adquirir algún libro de su extensísimo catálogo. Y que desde luego, merece la pena comprar.