Tapones

A pedir de boca

Autor: Ignacio Crespo
Autor Imágenes: Cedidas por Ebrocork
Fecha Publicación Revista: 05 de octubre de 2015
Fecha Publicación Web: 05 de octubre de 2015

El mimo en el viñedo, los tratamientos especiales, el perfecto estado de conservación en las bodegas o la esmerada vinificación perderían todo su sentido si al final del proceso se yerra en la elección del tipo de cierre de las botellas en las que el vino terminará de criarse.

Posiblemente el mejor cierre vínico descubierto hasta la fecha sea el corcho, elemento natural que goza de mayor beneplácito entre los expertos. Existen referencias que ya en la Grecia clásica se empleaba el corcho como cierre, aunque su uso no se generalizaría hasta el siglo XVII ante la necesidad de obturar de manera más adecuada las botellas de champagne (se atribuye el “invento” al monje benedictino Dom Pérignon), en detrimento de otros tapones de uso común –tacos de madera envueltos en tela de arpillera, o de caña impregnados en aceite–, que resultaban inapropiados para la guarda de los vinos.

El corcho procede de la corteza del alcornoque que se encuentra mayoritariamente en los bosques mediterráneos occidentales. Portugal es el país con mayor producción corchera del mundo seguido de España, –las comunidades productoras son Andalucía, Cataluña y Extremadura– con capacidad para abastecer la demanda de los mercados nacional e internacional. Superados los procesos de rigor de las planchas obtenidas –saca, curación y secado–, trabajo que se realiza cada nueve años, –periodo que tarda el alcornoque en generar una capa con suficiente grosor– éstas se troquelan para obtener diferentes calidades de tapones dando paso a posteriores trabajos de selección, los diferentes tratamientos de parafinas y siliconas hasta el marcaje previo a su salida al mercado.

Sabor a corcho

Uno de los problemas que afectan al vino como consecuencia del 2-4-6 Tricloroanisol o TCA, es la degradación por hongos que causa el bouchonné o el llamado “gusto a corcho”.

Tras años de investigación en diferentes laboratorios se pudo demostrar que el tristemente célebre TCA no sólo se presenta ocasionalmente en el corcho, sino que también pueda aparecer en barricas, palets de madera y otros elementos utilizados en la construcción de la bodega; se da la paradoja de que, incluso botellas de vino cerradas con tapones sintéticos, han sido devueltas por algunos clientes bajo el argumento de que el vino estaba “acorchado”.

Longitud y porosidad

De la toma de decisión en la compra de los tapones dependerá la conservación del vino que se vaya a embotellar. A veces se piensa, de manera equivocada, que la longitud dará mayor garantía de cierre, aunque realmente, este parámetro tiene más que ver con la imagen que con la guarda del vino.

La calidad de un tapón se aprecia por su grado de porosidad. Dicho de manera génerica, a menor porosidad, mayor calidad y también, mayor precio. El fabricante de la botella solamente garantiza el cierre de la misma en los 3 mm a ras de boca. La longitud de cada corcho varía en función de si los vinos son de guarda o no, así como de la imagen que cada bodega quiera transmitir al cliente. Generalmente, para vinos reservas y grandes reservas, los tapones a utilizar van desde los 49 mm hasta los 54 mm; los tintos jóvenes y los blancos, suelen usar la longitud de 44 mm, siendo el diámetro en ambos casos de 24 mm.

Otros cierres

Existe la creencia que la aparición de estos cierres se debe al ahorro en costes que supone para las bodegas el empleo de los mismos. Realmente no es ese el factor diferencial; más bien es cuestión, en ocasiones, de modas y alternativas que la propia inercia de la industria desarrolla en éste y otros campos, así como a las demandas de los diferentes mercados internacionales donde no existe una cultura mediterránea y, por tanto, el corcho no está tan arraigado como en nuestro entorno.

El screwcap, pilfer o tapón de rosca, se fabrica en aluminio, y se utliza con bastante frecuencia en otras latitudes; su uso en España se está extendiendo debido a su acertado comportamiento, la facilidad de apertura y los requerimientos de los mercados internacionales.

En los tapones de vidrio o Lok, una lámina de acetato viniletilénico se interpone entre el vidrio y el vino. Además, el cierre hermético se asegura con un anillo incorporado en el tapón. Los tapones sintéticos que son muy habituales en otras latitudes, van ganando cuota de mercado en países tan tradicionales en sus métodos vinícolas como Francia, Italia o España.

En nuestro país su uso viene destinándose principalmente a vinos tranquilos jóvenes y semicrianzas. Las inversiones en I+D+i llevadas a cabo por las empresas de este sector, entre otras por la norteamericana Nomacorc –la mayor productora de tapones sintéticos para vino del mundo–, se encaminan a la fabricación de tapones que se adapten a los vinos de guarda.

De corcho, cristal, alumino, silicona u otro tipo de materiales, -como pueda ser el Select Bio 20, fabricado con derivados de la caña de azúcar-, lo importante del tapón es que pueda preservar en condiciones óptimas de consumo el contenido de la botella.

También de corcho

Aparte de los mencionados tapones naturales, existen otros tipos de cierres, también de corcho, pero fabricados con un mayor aprovechamiento de la materia prima, que ofrecen plenas garantías de funcionalidad.

Colmatados

Su aspecto original es de mucha porosidad y para mejorarlo, se introducen en unos bombos con polvo de corcho virgen y colas alimentarias; tras un tiempo girando a gran velocidad, los poros se rellenan y quedan listos para el posterior proceso de marcado y tratamiento. Pueden emplearse, con plena garantía, para tapar botellas cuyo vino tenga hasta unos 4 años de vida.

Tapones 1+1

Tienen el cuerpo de aglomerado y una arandela de corcho natural en cada uno de sus extremos -cabezas-. Se fabrican en varias modalidades y precios, en función de la calidad y grosor de la arandela.

Aglomerados

Están compuestos por granulado de corcho en una sola pieza, con los granos unidos mediante colas alimentarias.

Tapones de dos piezas

Como su nombre indica, lo componen dos piezas de corcho natural unidas entre sí con colas especiales de uso alimentario. Su empleo está poco extendido debido a su coste, que no difiere demasiado del corcho de una sola pieza por lo que se prefieren estos últimos.

Micro-aglomerados, micro-granulados o micronizados

Están fabricados con una granulometría muy fina, unida con colas especiales. Se emplean generalmente para vinos jóvenes o de media crianza.

Cabezudos

Tienen en uno de sus extremos una pieza de madera o plástico para facilitar su descorche. Se emplean, sobre todo, en vinos generosos, oportos, brandies y otros de similares características.

De cava o champagne

Constan de una sola pieza de aglomerados a los que se añaden dos arandelas, en algunos casos hasta tres, en una de las cabezas, siempre en la zona que está en contacto con el vino.

Como norma general, todos los tapones se tratan con parafinas y siliconas para falicitar la inserción en el cuello de la botella y su posterior descorche. De no ser así, sería imposible embotellar de manera industrial y descorchar una botella. Una vez finalizado el proceso y a demanda de la bodega, los corchos se marcan con tinta alimentaria o a fuego.

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