Hotel Palace

100 años en la Rotonda

Autor: Maricar de la Sierra
Fecha Publicación Revista: 01 de septiembre de 2012
Fecha Publicación Web: 01 de septiembre de 2012
Revista nº 437

Estratégicamente situado frente al Congreso de los Diputados, al Museo del Prado y al Palacio de Villahermosa, el blanquísimo edificio de The Westin Palace Madrid domina majestuosamente la Plaza de Neptuno y el Paseo del Prado.

Bajo su magnífica rotonda han desfilado muchos de los personajes más importantes de este último siglo, se han tomado muchas decisiones políticas, financieras y artísticas, además de ser un centro imprescindible en la vida social madrileña. “Lo mejor del Palace es que te puedes encontrar en el hall con el presidente de México, Shakira, Sharon Stone o un premio Nobel. Se presta a hacer tantas cosas y donde suceden tantas cosas, que es una burbuja de emociones”, explica Marc Lannoy, su director general desde hace 6 años.

De nuevo lo dirige un belga, ya que Georges Marquet, su creador, también lo era. Lannoy, hotelero por tradición –sus padres tenían un pequeño hotelito en la ciudad belga de Kortrijk– y por devoción, tiene a sus espaldas una exitosa carrera dentro del grupo Starwood, actual propietario del Palace, que le ha llevado a dirigir establecimientos en México, Casablanca, Amsterdam o Canarias.

El Palace se edificó sobre el solar que ocupaba el antiguo palacio de los Duques de Medinaceli. Su construcción se llevó a cabo en un tiempo record, tan solo 18 meses,  inaugurándose el 12 de octubre de 1912, con la asistencia del rey Alfonso XIII y su mujer Victoria Eugenia, como el hotel más grande de Europa.

Diseñado por el arquitecto Ferrés y Puig, que dotó al edificio de las innovaciones más avanzadas de la época al estilo de los grandes edificios parisinos de la Belle Époque, fue la primera construcción en la capital en la que se empleó hormigón armado. También fue el primero en Europa dotado de cuarto de baño y teléfono en cada una de sus 500 habitaciones.

Madrid se abrió a la modernidad gracias a él y en aquellos años su libro de reservas incluye las firmas de artistas tan destacados como el pintor Ignacio de Zuloaga, que hizo del Palace su domicilio en Madrid; el escritor Vicente Blasco Ibáñez; Serge Diaghilev y sus famosos ballets rusos, con sus figuras principales, Nijinsky y Pavlova; el actor Buster Keaton... sin olvidar a la misteriosa Mata-Hari que vivió en una de sus habitaciones bajo seudónimo.

De Dalí al 23 F

Sarah Bernhard se apoyaba pensativa en las columnas que forman la famosa Rotonda, mientras Federico García Lorca junto con Luis Buñuel, Pablo Picasso y Salvador Dalí solicitaban un préstamo para poder comprar un billete de tren a París, exclamando “¡tan inteligentes pero tan pobres!“ Años más tarde, cuando ya era rico y famoso, Dalí volvería a pasearse por los salones del Palace con su gran capa de ocelote rodeado de una corte de admiradores y de la inefable Gala. Poco después cambió la capa por uno vivo que, atado con una cadena de oro, caminaba por todo el hotel.

Dalí, que ocupaba la suite 136, llegó incluso a pintar un dibujo en la pared de la habitación, que fue borrado por una “eficaz” camarera. Quién sabe si en la 181, que siempre habitaba Picasso, no sucedió lo mismo. Y más adelante, las actrices Dolores del Río y la bellísima Maria Félix; Ava Gardner durante sus largas estancias madrileñas; Orson Welles con Rita Hayworth; Hemingway y sus famosos dry martini contando historias de sangre y toros... mientras los toreros salían por la puerta del Palace con sus trajes de luces camino de la Plaza de las Ventas: Belmonte, El Gallo, Manolete, y tantos otros.

Durante la guerra civil el hotel fue requisado por el gobierno republicano para convertirlo en hospital y en la famosa rotonda se instaló un quirófano, donde los dry martini fueron sustituidos por el formol. Siempre discretos, Marie Curie y Albert Einstein fueron dos de sus ilustres huéspedes. Pero, sin duda, el cliente más longevo fue el gran Julio Camba, que se alojó en la habitación 317 los últimos 16 años de su vida, ya que siempre dijo que cuando fuera rico él lo que quería era vivir en el hotel; su estancia la financiaba el multimillonario Juan March.

El Palace tuvo su protagonismo en el golpe de estado de 1981, cuando el despacho del director se convirtió en la sede del gobierno provisional de la nación. Esa tensa noche se llevaron desde sus instalaciones muchas cervezas y bocadillos al Congreso. Posteriormente, la Guardia Civil insistió en pagar todas las consumiciones, y el hotel donó el importe a los huérfanos de la benemérita.

También testigo de la multitudinaria celebración organizada por el Partido Socialista para festejar su primer triunfo en las elecciones generales de 1982; de la Conferencia de Paz en Madrid de 1991, donde por primera vez árabes y judíos se sentaron a una mesa de negociaciones; o del congreso en el 2001 que acogió 40 jefes de estado, con Clinton y Gorbachov como protagonistas.

El último limpiabotas

Con un servicio impecable, siempre dispuesto a solucionar las necesidades o los caprichos de sus clientes, como aquel  botones que tuvo que coger un avión para ir a Londres a casa de una clienta para recoger una pamela y unos zapatos que había olvidado para una boda. O el conserje que llegó a prestar sus propios zapatos a un cliente que tenía que dar una ponencia y había llegado en zapatillas de deporte. Nunca se los devolvió. Hasta Michael Jackson, que pidió desde la habitación 524 una tarima de baile para ensayar antes de su concierto, mientras exigía que su cocinero chino, con el que siempre viajaba, le preparara la comida. Eso sí, queda el último limpiabotas de hotel, Luis Fernandez Souto.

Numerosos protagonistas a lo largo de cien años que hoy han cambiado de perfil. Solo el 15% son españoles, muchos más rusos, árabes, chinos o americanos. Y también profusos cambios que, en ocasiones no han sido bien vistos por los huéspedes más clásicos: “Nos ha costado cien años poner un sillón malva en el hall y clientes de toda la vida te dicen que es horrible, que renovar o morir en el Palace no funciona y que dónde está la arpista. Pero son pocos, porque ha variado mucho el tipo de usuario. Antes, los que venían en Navidad o Fin de Año, eran gente de toda la vida; ahora hay una mezcla con chinos, japoneses, rusos, americanos, o de mercados emergentes. Damos mil servicios diarios, entre desayunos, comidas y cenas. Hemos tenido que adaptar la formación de nuestro personal, especialmente en el tema del idioma; en los desayunos, por ejemplo, hay una sección de comida para rusos o árabes; y el menú del room service también está en chino”, explica el director general.

El futuro

En la actualidad el Palace dispone de 467 habitaciones, entre ellas 50 suites, y 500 empleados fijos. El centenario no les permite dormirse en los laureles y el hotel sigue en continua actualización. “La compañía invertirá 11 millones de euros este año. Renovaremos la cuarta planta del hotel, que es la última que falta. Tendremos dos nuevos salones en lo que fuera la Galería del Prado con sendas entradas a la calle a partir de mayo del año próximo. Además, modernizaremos los actuales en tonos más claros para abrirlos a las preciosas vistas de Neptuno”, señala Marc Lannoy.

La oferta gastronómica gira en torno al restaurante La Rotonda, de cocina mediterránea, donde también se celebran los ya tradicionales brunch con ópera de los domingos. Además, Asia Gallery –considerado uno de los mejores restaurantes chinos de Madrid–, un acogedor bar de estilo inglés y 18 salones de banquetes y reuniones, a los que pronto se añadirá un sushi bar.

El actual director del hotel tiene claro que “en Madrid la gente siempre piensa que algo pasa en el Palace y eso es lo que hay que mantener”. Con este objetivo, “hemos organizado jornadas dedicadas a México o Polonia, del Titanic, cenar como reyes, las cenas en pesetas… sería muy presuntuoso calificarlas como gastronómicas, pero siguen la línea de los 55 euros, como los brunch. Las celebraciones de Fin de Año llevan la firma de un dos estrellas Michelin, Diego Guerrero, quien también se encargará los dos próximos años de las bodas y banquetes (en los que en su día participaron Salvador Gallego y Mario Sandoval)”. Bajo la cúpula sigue pasando de todo: ha cantado Josep Carreras, o El Cigala; pinchado discos Alaska; se ha montado un tiovivo, una subasta de Christie’s o una exposición de coches antiguos.

Pero este año toca celebrar el centenario, mirando al futuro, no al pasado. Cien días para celebrar los cien años. Con actividades diversas, como una intervención artística de Xavi Muñoz con cien mariposas de papel volando en La Cúpula; una exposición donde 14 fotógrafos capturan el alma del hotel; un desfile de moda con trajes de época en los brunch; un bar efímero –Shaken, not stirred– con estética años cuarenta con los cócteles favoritos de los famosos; y el 18 de octubre una cena de gala a beneficio de la Fundación Aladina.

Todo para demostrar que hoy, como ayer, sigue latiendo con fuerza el corazón del Westin Palace.

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