Grecia

Templos, playas y aceite de oliva

Autor: Enrique Domínguez Uceta
Fecha Publicación Revista: 01 de julio de 2017
Fecha Publicación Web: 27 de septiembre de 2017

Grecia sigue condensando las esencias del Mediterráneo, la cultura y el placer, el refinamiento sensorial y artístico, los placeres para la vista y el paladar. Recorrer el país es trenzar cultura milenaria, playas de ensueño y sabores auténticos de raíces profundas, buscar la conexión entre los clásicos y los modernos, de  La Iliada y La Odisea a los libros de los hermanos Durrell, Mi familia y otros animales de Gerald o Las islas griegas de Lawrence, y sentir la vitalidad que se respira en películas como Zorba el griego, Mi gran boda griega, o Mamma Mia!

Entre los caminos posibles conviene empezar por la capital, Atenas, que ciertamente no es la ciudad más bonita del Mediterráneo, pero guarda una maravilla del mundo antiguo, la colina de la Acrópolis cubierta de templos, con el Partenón rememorando una de las etapas más brillantes de la historia de la humanidad. La ascensión y visita de la Acrópolis debe continuarse en el ágora antigua y en el templo de Zeus Olímpico, ante sus gigantescas columnas. El resto de la ciudad concentra su vitalidad en la zona moderna de la plaza Sintagma o en los centenares de restaurantes y tabernas del barrio de Plaka, en cuyas terrazas se cena con vistas a la Acrópolis iluminada.

Pasión por la comida

Los griegos no dejan de insistir para que disfrutemos de la excelente cocina que da sentido a su vida cotidiana. El aceite de oliva es magnífico, el queso feta recién elaborado está siempre presente, los pescados frescos y los asados de cordero presiden las cartas donde las verduras y hortalizas, a menudo procedentes de sus propios huertos, se muestran suculentas. En los restaurantes nunca falta la musaka de berenjenas y carne de cordero, o los deliciosos dolmades, que envuelven arroz y carne en hojas de parra, los gemistá embutidos en pimientos antes de asarse, o la papoutsakia, berenjena repleta de carne y cubierta de queso. Antes de comer se toman los mezze, pequeños platos para picar acompañados por tzatziki, la sabrosa salsa de yogur, entre los que siempre destaca la melitzanosalata, una pasta de berenjena asada y queso, y la tyropita, un pastel salado relleno de queso feta y huevo.

Hay que aprovechar el panorama cosmopolita de la capital para asomarse a la oferta gastronómica de alto nivel que ofrecen locales como Aleria Funky Gourmet o los asequibles Athiri o Nolan porque en el resto del viaje sólo se encuentran productos y preparaciones de extremada pureza tradicional.

Desde El Pireo salen los cruceros que rodean las cercanas islas del Golfo Sarónico; Hidra combina el encanto y la tranquilidad de su pequeño puerto junto a un pueblo delicioso, rebosante de cafés y restaurantes, con la infinita calma de una isla sin coches. Otra excursión conduce hasta la belleza clásica del Templo de Poseidón, en el Cabo Sunion, con sus prodigiosas puestas de sol. Llega el momento de emprender un viaje por carretera a través del Peloponeso, sin prisa, dejándose llevar por el momento, sabiendo que siempre hay una playa solitaria, un restaurante auténtico o unas ruinas clásicas capaces de hacernos sentir la magia de un país incomparable.

Navegando hacia el oeste

Peloponeso es una península, casi una isla, del tamaño de la Comunidad Valenciana, situada al oeste de Atenas. Su istmo ha sido cortado por el canal de Corinto, que evita a los barcos rodear un territorio agreste, salvaje y lleno de carácter, en el que abundan las grandes playas, los altos acantilados, los pequeños pueblos y ruinas legendarias que incluyen la antigua Micenas, la vieja Esparta y el Teatro de Epidauro. Se entra en el Peloponeso por la región de las pasas de Corinto, y hacia el sur se dibuja una larga costa sembrada de pueblos solitarios, de penínsulas y golfos de belleza salvaje, con aguas de un brillante color azul turquesa.

Es imprescindible acercarse a Nauplia, que fue la primera capital de Grecia, con un recinto urbano seductor, entre los más románticos del país, que atesora hoteles con encanto, un bonito puerto, cafés y restaurantes siempre animados. Nauplia está rodeada de maravillas de la antigüedad, y se puede utilizar como base para descubrir las cercanas ruinas de Micenas que excavó Heinrich Schliemann, donde se ven los restos del palacio de Agamenón, la valiosa Puerta de los Leones, y un buen museo de sitio. Muy próxima está Epidauro, sede del santuario de Asclepio, que conserva casi intacto el maravilloso teatro diseñado por Polícleto el Joven, de excepcional acústica y todavía activo. Cerca de los restos de Esparta se visitan las ruinas de Mistra, una ciudad fortificada bizantina, del siglo XIII, que ha dejado un valioso conjunto de murallas, templos, bibliotecas y palacios que merecen una visita detenida.

Altus, fortius, citius

Tras los monumentos esperan las playas y paisajes del sur del Peloponeso. Pueblos pesqueros tan bellos como Gitión, con sus casas de colores y magníficos restaurantes de pescados asomados al golfo de Laconia, que cierran dos largas penínsulas. En la oriental se encuentra la pintoresca población medieval de Monemvasia, levantada sobre un montículo próximo a la costa, apretada en sus murallas, con sus iglesias y calles empinadas, rodeada por un mar en plenitud, y las preciosas playas de Elafonisos en la punta sur. La península occidental se conoce como El Mani Laconio, un territorio montañoso y agreste que se adentra en el mar, ideal para hacer senderismo, entrar en las formidables cuevas de Diros y bañarse en los arenales cercanos a Areópolis, donde se cruzan las rutas de los viajeros que recorren el país.

Siguiendo la costa oeste hacia el norte se pasa por Kalamata en busca de Olimpia, el lugar en que nacieron los Juegos Olímpicos y vivieron durante mil años. Hay que visitar sus museos antes de pasear por las ruinas, ver las columnas caídas, los restos del templo de Zeus, el estadio con su pista de 120 metros, y comprobar la modesta presencia de los restos entre los olivos. En el cercano puerto de Kyllini se puede embarcar hacia las islas Jónicas, navegar hasta Corfú, o a la cercana Cefalonia, para encontrarse con sus viñedos y vinos de robola, con sus paisajes montañosos y sus costas idóneas para recorrerlas en kayak remando sobre aguas de ensueño.

De regreso a Peloponeso, se completa la vuelta al territorio visitando Patras, entrando en Diakofto para tomar un viejo tren de cremallera que atraviesa el desfiladero de Vouraïkos y asciende hasta las alturas de Kalavrita. Por las orillas del golfo de Lepanto se vuelve a Atenas, para volar a Creta, o tomar un ferry en El Pireo, que llega a la isla tras nueve horas de navegación.

La isla máxima

Si solo fuera por sus playas, Creta sería una de las islas más bellas del Mare Nostrum. Si le añadimos una historia fascinante, ciudades que parecen detenidas en un tiempo de idílico tipismo rural mediterráneo, un secular aislamiento y unos vinos magníficos, se comprende que sea un destino de moda entre quienes buscan las experiencias más gratas y placenteras alejadas del mundanal ruido.

Las ásperas montañas cretenses acogen pequeños pueblos que se reparten en un territorio rudo, con carácter, cruzado por caminos que se pierden entre campos cubiertos de hierbas que perfuman la comida de modestos restaurantes y tabernas dedicados a los productos locales. Chania es la capital turística, y Heraklion la económica, ambas cargadas de historia y patrimonio, con sus castillos y catedrales.

En Heraklion hay que visitar Cnossos, el palacio real de la fascinante civilización minoica, contemporánea del Antiguo Egipto. Chania conserva un centro medieval sin reconstruir, lleno de encanto, en el que las callecitas parecen zocos, atestadas de terrazas, de animación y de gente joven que aprecia la proximidad de las mejores playas de la isla, entre ellas la de Stavros, escenario de la mítica escena del baile en la arena de Zorba el griego.

Las playas del noroeste de Chania están entre las mejores de Grecia y del mundo. Impresiona el enorme arenal de Falasarna, frente a las limpias aguas de transparentes colores azules. Asombra la remota playa de Balos, de difícil acceso, que mezcla el color rosa de la arena con el turquesa del agua y el verde de la vegetación, en un entorno natural sin construcciones, en el que no falta un chiringuito, con sus sombrajos y tumbonas.

Y emociona el tómbolo mágico de Elafonissi, abierto por un lado al mar y por otro a la laguna, que refleja el cielo en el espejo del agua, en uno de los rincones más buscados por los gourmets de las playas remotas. Creta también guarda uno de los desfiladeros más largos y bellos de Europa, la Garganta de Samaria, un precioso sendero de 18 km entre altas paredes, que se recorre a pie y termina en las aisladas casitas de Aghia Roumeli, de donde los senderistas solo pueden salir en el barco que les lleva a Chora Sfakion, para seguir viaje por carretera, visitando en el sur la pequeña playa de Mátala, favorita de artistas desde el tiempo de los hippies.

La atmósfera de exultante libertad y belleza natural hace de Creta una experiencia intensa e insuperable, tan auténtica y satisfactoria como los sabores poderosos del taztiki casero, del queso feta, o del potente ouzo, el licor anisado que representa al país, que se toma acompañando mezzes o entrantes con los que se inician las suntuosas comidas del oriente mediterráneo.

Guía práctica

Cómo llegar 

Vuelos directos a Atenas desde Madrid y Barcelona con Iberia y Aegean (550 € ida y vuelta). Para recorrer el Peloponeso es recomendable alquilar un vehículo en Atenas. 

Dónde comer

Spondi — Atenas

Uno de los grandes restaurantes de Atenas, de refinada cocina mediterránea moderna de inspiración francesa. Buena bodega y servicio impecable. (73 €)

Athiri — Atenas

Cocina creativa a partir de la tradición con los mejores productos locales elaborados con imaginación y respeto. Excelente relación calidad-precio. Sólo cenas. (35 €)

Aleria — Atenas

Gran cocina moderna basada en productos y elaboraciones tradicionales. Recomendable el menú degustación con armonía de vinos griegos. (44 € - 69 €)

Palia Taverna tou Psara — Atenas

Atractiva oferta de cocina tradicional marinera con extensa bodega. (25 €)

Taverna The Garden — Peloponeso, Olimpia

Situado en los jardines del Hotel Europa y especializado en cocina griega. Abre de junio a septiembre. (30 €)

Serenissima — Chania, Creta

Local intimista de sofisticada cocina moderna griega. Buena bodega. (40 €)

Swell — Heraklión

Cocina cretense y griega, con productos del mar y buenas carnes, a cargo del chef Exarhos Delibasis. (40 €)

Dónde dormir

The Zillers Boutique Hotel — Atenas

Hotel de lujo en un edificio antiguo rehabilitado con decoración moderna. Hab. doble 169 €

Hotel Grande Bretagne — Atenas

En pleno centro, el lujo y la calidad del servicio convierten a este hotel en una joya de la hostelería griega. Hab. doble 363 €

Amphytrion Hotel — Nauplia

Confortable y de alta calidad; amplias habitaciones y terrazas sobre el mar. Hab. doble 173 €

Hotel Perivoli — Nauplia

En plena campiña con muy buenas instalaciones y esmerada restauración. Hab. doble 111 €

Hotel Daios Cove Luxury Resort & Villas — Agios Nikolaos, Creta

Establecimiento de lujo con habitaciones, suites y villas con piscina privada, asomadas a la bahía de Mirabello. Hab. doble 550 €

Rimondi Boutique Hotel — Rethymno, Creta

Encantador hotel urbano de lujo, en dos edificios históricos del centro de la ciudad medieval de Rethymno, a 80 km al oeste de Heraclión. Sofisticada decoración y magnífico servicio. Hab. doble 211 €

 

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