Maharajas' Express
Palacio sobre ruedas
Autor: Sergi Reboredo
Autor Imágenes: Sergi Reboredo
Fecha Publicación Revista: 01 de diciembre de 2022
Fecha Publicación Web: 01 de diciembre de 2022

Más que un hotel en movimiento, el Maharajas’ Express es, como se bautizó el primer tren de este tipo, un palacio sobre ruedas. Su decoración rememora la época de oro de la administración colonial británica en la región del Indostán, cuando los marajás –término sánscrito que etimológicamente significa el gran rey– viajaban por el país con toda opulencia y pompa. Únicamente 1.400 kilómetros separan Delhi de Mumbai, fáciles de recorrer en 2 horas de avión, pero sin el romanticismo de vivir como un verdadero marajá en un tren de lujo durante 8 días.
El tren
Una alfombra roja, signo por excelencia de distinción, marca el camino a seguir en la estación Safdarjung, en la capital de la India. Unas copas de champán y místicas melodías entonadas por músicos locales amenizan la espera hasta la hora de la salida. A las 22 h, lentamente y entre agudos chirridos, el tren se pone en marcha. A la locomotora le siguen 22 coches, que pueden albergar como máximo un total de 88 pasajeros repartidos en diferentes estancias y categorías; desde la cabina deluxe a la suite presidencial, todas cuentan con las comodidades de un hotel de lujo. Sin apenas tiempo para deshacer las maletas, se sirve la cena. El tren alberga dos coches restaurante, el Mayur Mahal y el Rang Mahal, decorados al más puro estilo art déco hindú, donde el chef John Stone –y su inagotable equipo de 17 personas cuyas jornadas no bajan de las diez horas– combina una carta de platos internacionales con otros de tradición gastronómica local. Su paso por reputados hoteles de lujo, cruceros y compañías aéreas avalan la trayectoria de chef John Stone que ha cocinado para Barack Obama o para la recién fallecida reina Isabel II, entre otros personajes de renombre, aunque, según comenta, para él todos sus comensales son igual de importantes. No utiliza productos congelados, el pan, por ejemplo, se puede oler recién horneado en cada comida. Explica que los ingredientes se compran en los mercados locales en las diferentes paradas que el tren efectúa, según la temporada y la disponibilidad. Únicamente se importan del extranjero los productos cárnicos: como el cordero que viene de Nueva Zelanda o el salmón de Noruega. El tren cuenta con una variada oferta gastronómica occidental, aunque la recomendación es dejarse seducir por los platos regionales indios, como samosas –empanadillas de pasta filo– o jalebis –dulce parecido a los churros– que reflejan la cocina típica según la ubicación del tren cada día. El thali, es una de las favoritas para muchos comensales del tren, una abundante bandeja de plata servida con una variedad de cuencos pequeños repletos de diferentes recetas de legumbres, verduras, o encurtidos entre otros, siempre acompañados de naan –pan plano–, arroz y paneer, un popular queso fresco y suave.
Taj Mahal
Por la noche, entre traqueteos y chasquidos, el tren se va abriendo paso hasta completar los 200 km que separan Delhi de Agra. La línea férrea serpentea paralela al cauce del río Yamuna, el mayor afluente del Ganges, que baña la ciudad famosa por albergar una de las siete maravillas del mundo: el Taj Mahal, declarado en el año 1983 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Por la mañana se madruga para visitarlo en la hora mágica en que la ciudad todavía duerme y las calles están casi desiertas, apenas saliendo el sol su famoso resplandor iridiscente es, si cabe, aún más conmovedor. Por la tarde la visita se dirige al Fuerte de Agra, impresionante conjunto amurallado de palacios y edificios señoriales.
Al día siguiente los pasajeros parten a explorar el Parque Nacional Ranthambore con la esperanza de contemplar los tigres de bengala que aún lo habitan. El parque fue un coto privado de caza del marajá de Jaipur actualmente declarado santuario de la fauna, pues, de los miles de tigres que aquí vivían, hoy sólo restan unos 70, aún amenazados por cazadores furtivos.
Mientras se sirve la comida el tren avanza hasta Jaipur, la ciudad rosa, capital de Rajastán. En cada estación, una alfombra roja, músicas y danzas locales amenizan el traslado de los pasajeros hasta el autobús que esta vez se dirige al Jantar Mantar, un curioso observatorio astronómico del s. XVIII que consiste en una colección de construcciones cuyas formas permiten el estudio de la evolución de las sombras producidas por el sol.
Desierto nocturno
El siguiente destino es Bikaner, donde, apuntar como dato curioso, impera la tradición entre los hombres de no cortarse el bigote, alcanzando longitudes imposibles que llegan a superar los 7 m. La ciudad se encuentra en medio del desierto de Thar que es el verdadero propósito de la visita: una impresionante excursión por las ondulantes dunas, transportados en carros tirados por camellos para cenar a la luz de la luna en una experiencia irrepetible. Por este desierto caravanas de camellos, hombres y caballos transportaron piedras preciosas y especias en la llamada Gran Ruta de la Seda. El quinto día, el tren llega a Jodhpur, la ciudad más grande del estado de Rajastán, para visitar la fortaleza de Mehrangarh, una de las más impresionantes de toda la India. Situada en una colina que domina la ciudad desde sus 122 m de altura, fue construida entre los s. XV y XVII como fuerte inexpugnable asentada sobre muros de 36 m de alto y 21 de ancho. Desde lo alto se disfruta de una excelente panorámica de la también conocida como la Ciudad Azul pues muchas de sus casas están pintadas de este color. Tras la visita al casco antiguo, el atardecer promete. A los pasajeros les espera una cena privada en alguno de los exclusivos restaurantes de esta turística ciudad cuya gastronomía tiene un sabor propio y único. Marcada históricamente por la escasez de agua y de verduras frescas, se desarrollaron recetas que, además de poder ser conservadas durante varios días, se cocinaban con leche o suero de leche.
El lago de los palacios
Durante la noche el tren se dirige a la bella Udaipur para recorrer por la mañana el lago Pichola y visitar los palacios erigidos en sus pequeñas islas. El lago es famoso por sus preciosos paisajes, el lujo de sus hoteles y por ser escenario de Octopussy (1983), película de la saga de James Bond, que sirvió para dar a conocer al mundo la belleza de este lugar. Es también el lugar ideal para llevarse un último impresionante recuerdo del país junto con la cena de gala que culmina el viaje; langosta, pollo tikka masala, arroz biryanis, y cordero rajasthani conforman el menú de autor elaborado para la ocasión por el chef John Stone, mientras champagne y música amenizan la velada.
El viaje de este singular tren no puede tener mejor final que Mumbai, una ciudad excesiva en muchos sentidos, tradicional y vanguardista, religiosa y cosmopolita. Un tren empeñado en replicar los lujos y placeres que en el pasado gozaron los marajás, los más ricos, caprichosos y extravagantes reyes de los últimos siglos.