En el año 1980 los hermanos Pérez Pascuas abandonaron la Cooperativa de Pedrosa de Duero para fundar su propia bodega donde elaborar con sus 35 hectáreas de viñedo en propiedad un vino de excelente calidad. En este momento, cuando a sus filas ya se ha incorporado la tercera generación, es la única bodega de Ribera del Duero que produce 600.000 botellas por cosecha exclusivamente con uva propia y también la única en contar con 120 ha de viñedo viejo en propiedad a 840 metros de altitud.
En la construcción de sus instalaciones, de estilo tradicional castellano, se emplearon materiales locales de pequeños negocios familiares en un diseño pensado para fundirse con el entorno y mantener una perfecta armonía natural, siguiendo técnicas de bioconstrucción, para conseguir tres objetivos: integración con el medio rural, respeto por el medio ambiente y máxima funcionalidad.
La regla de los nueves
Desde la bodega recuerdan la vendimia de 2019 como una gran cosecha donde, a pesar de ser escasa en producción, los frutos alcanzaron una excelente calidad, por eso confirman que se cumple la regla de los nueves, pues todas las añadas terminadas en ese número, han sido excepcionales. En este caso el trabajo hasta llegar a la ansiada vendimia fue duro; se buscó un control de la producción por hectárea en viñedos sostenibles en vaso bajo de una edad media de 25- 30 años en una de las parcelas más emblemáticas de la bodega, la Finca El Canto. Se practicó poda en seco, eliminación de brotes de la cepa no productivos, poda en verde, aclareo de racimos, deshojados, selección de las uvas mediante catas y análisis químicos y sensoriales con el objetivo de vendimiar en el momento óptimo de su madurez.
Fruto de 40 años
La enóloga y directora técnica de la bodega, Nuria Peña Albillo, eligió para este vino la fermentación en depósitos de acero inoxidable a temperatura controlada, mientras que la crianza se desarrolló durante 15 meses en barricas de 225 l de roble americano y francés. Fue embotellado en abril de 2021 para luego reposar en botella un mínimo de 10 meses. El resultado es un vino de identidad propia y personalidad muy marcada, donde la calidad de las uvas se refleja en el pre dominio de notas frutales perfecta mente ensambladas con los aromas a crianza y cuyo potencial de guarda en óptimas condiciones se alarga hasta 2032. Como explican desde la bodega “el respeto al terruño, la investigación, el esfuerzo e ilusión de nuestra familia dan como resultado una trayectoria de más de 40 años y un vino de gran regularidad”.