Javier San Pedro viene de una familia de viticultores, que luego se convirtieron en elaboradores de vino a granel, para, más tarde ser embotelladores y ahora, como él mismo dice, criadores de vino. En 1992 fundó junto a su mujer, Ana Ortega, la bodega del valle de lobos, Vallobera, en el edifico familiar a los pies de la localidad de Laguardia. Una casa de ladrillo antiguo de tres pisos y balcones de hierro forjado flanqueada por sendas naves del mismo estilo arquitectónico que antaño cobijaban el ganado. Abandonada completamente esta actividad, los espacios se convirtieron en salas de elaboración y almacenaje en los primeros años de esta bodega, hasta que en 1999 construyeron una nueva nave de elaboración y en 2005 la actual sala de barricas, la antigua la destinaron a ese espacio tan extendido por estas tierras, el txoko, para disfrute enológico y gastronómico de sus clientes.
Nexo de unión
“Contemplamos el vino como un nexo para unir y acercar a las personas, una excusa para disfrutar, una herramienta para celebrar, por eso elaboramos vinos disfrutones y disfrutables, frescos, donde los aromas de la crianza en madera son más reducidos para no esconder esa pureza varietal, porque repito, somos viticultores, no toneleros o ebanistas”. Esta contundente declaración de intenciones los aleja de las elaboraciones más clásicas riojanas para reinterpretar sus 95 ha de viñedo, del que se ocupan personalmente, con el fin de transmitir un sabor propio. Otro de sus objetivos es conquistar la mayor cantidad de posible paladares, por eso elaboran una amplia gama de etiquetas que, sin salirse de su personalidad afrutada y floral, satisfagan distintos gustos.
Si la vida te da limones…
Como es lógico en La Rioja, entre los viñedos de esta bodega pre domina la tempranillo, aunque también tienen garnacha tinta y graciano, utilizada normalmente para equilibrar en el ensamblaje con una proporción del 5 al 10%. En esta bodega, fermentan tempranillo y graciano por separado para luego realizar el ensamblaje en barrica donde envejece unos 14 meses, pero en 2017 una helada asoló los viñedos de la zona mermando considerablemente la cosecha de esta última, lo que provocó un cambio en la elaboración. Ante la escasez de graciano decidieron que el envejecimiento también debía realizarse por separado y ¡sorpresa! Cuando cataron el resultado en barrica les gustó tanto que decidieron lanzar un 100% graciano. Para la añada de 2018 ya habían aprendido que la vendimia en verde (eliminar racimos antes del envero) es crucial para esta variedad pues necesita ban rendimiento bajo para que la uva pudiera madurar correctamente. El resultado es un vino especial que muestra las bondades de una variedad poco utilizada en los monovarietales.