En la localidad burgalesa de Castrillo de la Vega hay una parte del monte singular, un altozano donde se emplazaba un reducido castillo de guarda utilizado para vigilar, comunicarse con fortalezas cercanas y avisar de irrupciones armadas. El tiempo lo destruyó, dejando apenas la torre que pronto fue anidada por milanos, de ahí el nombre, tanto de esta finca como de la bodega; Torremilanos. Tan cargada de historia como la tierra que le da cobijo, las primeras viñas las plantó Calisto Seijas Ruíz-Zorrilla en 1903, para, en 1923 obtener el registro de embotellador, el primero de la zona.
92.000 cepas
En 1975, Pablo Peñalba López convence a sus hermanos, Félix, Francisco y Juan para adquirir Torremilanos y dar un nuevo impulso a la elaboración del vino. Por aquel entonces la finca contaba con un total de 66 ha, donde menos de la mitad se destinaban a la vid, alrededor de 92.000 cepas en su mayoría de tempranillo, algo de garnacha, algo de albillo y un poco de pirulet.
En este momento cuentan con 200 ha de viñedo certificado no sólo como ecológico sino también como biodinámico, garantizado por el sello Demeter, como resultado de la reconversión que iniciaron en 2003. Esta no ha sido la única mejora acometida desde que los hermanos Peñalba López adquirieran la bodega, pues ya desde el inicio abandonaron las instalaciones situadas en el centro de Aranda de Duero, para construir otras más amplias, a pie de viñedo, donde se modernizaron los procesos de elaboración y embotellado. Además, desde 1989 introdujeron tonelería propia, utilizando maderas de roble francés y americano, secadas y curadas de forma natural.
Corzos y conejos
Finca Torremilanos está ubicada en la segunda terraza en el cauce sur del río Duero a una altitud de 800 a 900 metros, donde, además de heladas, granizo o sequías, se enfrentan a pérdidas de producción por los animales de la zona, entre los que se encuentran principalmente corzos y conejos. Para obtener el sello Demeter, practican una agricultura de secano, sin herbicidas ni insecticidas, siguiendo criterios de prácticas 100% ecológicas y biodinámicas.
Las vendimias son largas, realizadas a mano en su totalidad, la recolección dura entre 40 y 50 días debido a la diversidad tanto de la finca como de la producción en bodega. El seguimiento de madurez se lleva a cabo en dos niveles; sensorial, recorriendo las parcelas y catando las uvas sobre el terreno a medida que se va acercando el tiempo de vendimia, y analítico, cuando
consideran que se ha alcanzado un nivel superior al 95% de uvas con inicio de madurez fenológica, se realizan muestreos y se analizan regularmente las distintas parcelas para cada vino.
Torremilanos a secas
Para Torremilanos Crianza se seleccionaron los frutos de más de once parcelas diferentes, cuyos viñedos tienen una edad media superior a los 50 años. La cosecha del 2016, considerada muy buena y generosa, con una uva muy floral, de menos concentración que en el 2015 pero mayor frescura, se recogió manualmente y tras una corta maceración, de 2 a 3 días, la uva fermentó a temperatura controlada en depósitos de acero inoxidable.
Posteriormente se realizó la mezcla de los diferentes depósitos antes de pasar a una crianza, durante la que no se realiza ningún
trasiego, de 24 meses en barricas de 225 litros de roble francés y americano de su propia tonelería. Según sus palabras: “refleja la esencia de Finca Torremilanos y para nosotros es Torremilanos sin necesidad de la coletilla crianza. Un vino que combina elegancia y complejidad con finura y frescura. Un vino de guarda con un gran potencial para seguir creciendo y evolucionando en botella, pero sin para ello estar reñido con el disfrute del vino en su juventud”.