La familia Peñalba López está acostumbrada a influir en el mundo del vino en Ribera del Duero. Cuando en 1975 Pablo convenció a sus hermanos Félix, Francisco y Juan para adquirir Finca Torremilanos sabían muy bien lo que tenían entre manos. La bodega, fundada en 1903 por don Calixto Seijas Ruíz Zorrilla fue la primera de la zona en contar con lagar propio y registro embotellador. Los nuevos dueños, siguiendo la senda de anticiparse al futuro, introdujeron un sinfín de mejoras que han ido perfilando la personalidad única de esta bodega.
Artesanos de la tierra
Abandonaron las instalaciones del centro de Aranda de Duero para construir una bodega amplia y espaciosa a pie de viñedo, modernizaron los procesos de elaboración y embotellado y apostaron por un mayor contacto con la viña al reunir todo en un solo lugar. Su filosofía, según ellos mismos explican, se basa en trabajar en armonía con el medio natural y social, comprendiendo la tierra y lo que pasa dentro de ella. Por este motivo practican una agricultura de secano, cultivando los viñedos sin herbicidas, ni insecticidas y siguiendo criterios biodinámicos. Las 200 has de viñedo que tienen en propiedad en el cauce sur del río Duero están certificadas no sólo como ecológicas, sino también con el sello Demeter, único a nivel internacional que garantiza el correcto desarrollo de las practicas biodinámicas y por lo tanto, la sostenibilidad y regeneración constante de la tierra.
En su punto
El mismo cuidado por el detalle que apli can en sus viñedos se traslada a todo el proceso de recolección y elaboración, empezando por el seguimiento de madurez del fruto que se realiza en dos niveles: sensorial, recorriendo las parcelas y catando las uvas in situ; y analítico, donde, una vez el 95% de los frutos ha iniciado su madurez fenológica se realizan mues treos y análisis regulares de cada parcela. De esta manera la selección se va real izando a lo largo de la cosecha a medida y culmina con la vendimia 100% manual. Con el fin de transportar la uva de forma delicada y realizar una descarga a caudal constante, sin traumatismos, incorporaron pequeños remolques vibrantes que permiten, además, una última selección antes de llegar a la desgranadora.
El niño mimado
Fruto de una cosecha buena y generosa, Torre Albéniz Reserva se concibió para reflejar la esencia y elegancia de la bodega. Se escogieron uvas de tres parcelas donde la edad media del viñedo es superior a los 60 años y, tras una corta maceración, se optó por realizar la fermentación maloláctica en depósitos de acero inoxidable con levaduras propias de la uva y de la cosecha. La crianza se llevó a cabo durante 27 meses en barricas de 225 litros de roble francés y americano de tonelería propia sin realizar trasiego alguno. El resultado es un vino de guarda con un gran potencial para seguir creciendo y evolucionando en botella hasta, por lo menor 2037, sin descartar disfrutarlo en su juventud.