Del Priorato de Nuestra Señora de Valpeñoso, fundado en el s. XII y abandonado en el XVII, apenas quedan unos muros en pie. Perteneció al Arzobispo de Toledo, quien en los pocos documentos escritos que se conservan requería encarecidamente a los clérigos que lo habitaban cuidar los viñedos circundantes, de los que decía obtenía muy buenos vinos. Popularmente, hasta nuestros días, los vecinos de la zona lo conocen como Convento Oreja, por eso cuando en 2002, Antonio Vaquero, junto a sus hermanos y otros familiares y amigos, decidió fundar esta bodega, el nombre fue para todos obvio, un lugar cercano y entrañable que inspiró hacia dónde querían ir.
Una oda a la tinta del país
La bodega se encuentra a 3 km de Peñafiel, localidad de arraigada tradición vinícola en Ribera del Duero, mientras que las 25 has de viñedo en propiedad, se extienden entre este municipio y Pesquera de Duero, en una zona exclusiva próxima al río, con una altitud media de unos 800 m, aunque también cuentan con algunas parcelas a 900 m, donde los terrenos son muy pobres, de carácter arenoso y calizo. Son tierras que acumulan y mantienen el calor de forma correcta, algo muy favorable para con seguir una buena maduración de los frutos. En estos parajes encontraron el lugar ideal para poner en marcha, según sus propias palabras, “un proyecto de elaboración de vinos modernos y de calidad donde la fruta de nuestra uva tinta del país sea la verdadera protagonista”. Así, el 95% de sus viñedos, con una edad media de 20 años, es de esta variedad autóctona, el resto cabernet Sauvignon.
Antes de la vendimia
Los trabajos en el campo, desde la poda a la vendimia, están orientados a obtener la uva óptima, con la madurez y acidez en su grado justo, lo que exige poda en verde, deshojado y aclareo de racimos durante todo el verano. La actividad frenética comienza en el mes de agosto, cuando realizan el aclareo de los racimos seguido del deshojado a principios de septiembre, con el fin de favorecer la maduración de la uva durante el octavo mes o el inicio de octubre. La fecha de vendimia es un factor clave determinado por el punto perfecto de maduración de la uva, momento en el cual se encuentran en equilibrio el potencial alcohólico, el color, la concentración polifenólica y los aromas. La vendimia se realiza siempre de forma manual, con el fin de recoger la uva entera y sin roturas en cajones de 250 kg de capacidad. A partir de aquí la responsabilidad recae en gran medida en la enóloga Silvia González García, doctora en Ciencias Químicas por la Universidad de Salamanca, y licenciada en Enología por la Universidad de Valladolid, que en el año 2006 creó su propia empresa de asesoría enológica y en la actualidad elabora los vinos de Convento Oreja.
El espíritu de Convento Oreja
Para este crianza, se escogieron parcelas situadas en los páramos a mas de 900 m de altitud, en tierras muy pobres que tuvieron aporte adicional de agua durante el verano. La de 2018 fue una cosecha exuberante que exigió más trabajos de poda en verde y aclareo de racimos de lo habitual, dando comienzo a la vendimia el 10 de octubre. Después de la fermentación en depósito de acero inoxidable con temperatura controlada, el vino permaneció en depósito unos meses hasta su paso a barricas en enero de 2019, para realizar una crianza de 12 meses en barrica francesa con tostado muy suave y posterior embotellado a finales de febrero de 2020. Es un vino donde la fruta permanece viva y el paso por la barrica de roble sólo busca equilibrar la acidez con el alcohol. Según sus propias palabras “refleja el espíritu de la bodega en su determinación de elaborar vinos modernos y frescos don de la fruta sea la verdadera protagonista del vino y donde los taninos suaves y golosos de la uva tinta del país —tempranillo— se hagan evidentes”.